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El bombardeo
occidental contra Siria estuvo coordinado,
entre bambalinas, por la OTAN. En esta imagen, el
general estadounidense Curtis Scaparrotti, Comandante
Supremo de la alianza atlántica.
Para justificar la guerra de 2003
contra Irak, Estados Unidos acusó a ese país de poseer armas de
destrucción masiva. El secretario de Estado Colin Powell
presentó al Consejo de Seguridad de la ONU una serie de «pruebas»,
que a fin de cuentas resultaron falsas, como el propio Powell
admitiría finalmente en 2016.
«Pruebas» análogas son
presentadas hoy en día para justificar el ataque contra Siria
realizado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia. El general
Kenneth McKenzie, director del estado mayor conjunto en el
Pentágono, presentó el 14 de abril un informe, acompañado de
fotos satelitales, sobre el Centro de Investigación y Desarrollo
de Barzeh, situado en Damasco, la capital siria. El informe
definía aquella instalación como «el corazón del programa
sirio de armas químicas».
Ese Centro, que constituía el
principal objetivo del bombardeo occidental, fue atacado con
76 misiles crucero (57 Tomahawk lanzados desde navíos y
submarinos y 19 AGM-158 JASSM , misiles crucero lanzados
desde aviones). El objetivo fue destruido, según anunció el
general, «haciendo retroceder en años el programa sirio de
armas».
No ha sido necesario esta vez esperar
13 años para confirmar que las «pruebas» son falsas.
Un mes antes del ataque, el 13 de
marzo de 2018, la Organización para la Prohibición de las Armas
Químicas (OPAQ) había comunicado oficialmente los resultados de
su segunda inspección –realizada en el Centro de Barzeh, en
noviembre de 2017– y del análisis de las muestras recogidas muy
recientemente, en febrero de 2018:
«El equipo de inspección
no observó ninguna actividad contraria a las obligaciones
derivadas de la Convención sobre Armas Químicas» [1].
No es casualidad que el Centro de
Barzeh haya sido bombardeado y destruido justo antes de la
tercera visita de los inspectores de la OPAQ. Siria, Estado
miembro de esa organización, terminó su desarme químico en 2014.
Pero Israel, que no acepta la
Convención sobre las Armas Químicas, no se ha sometido a
ningún control, algo que el aparato político-mediático no dice.
Pero sí acusa a Siria de tener y utilizar armas químicas.
El primer ministro italiano, Paolo
Gentiloni, declaró que Italia, aunque apoya «la acción
limitada y dirigida a golpear la fabricación de armas químicas»,
no participó en ella.
En realidad, esa acción militar se
decidió y se planificó en la sede de la OTAN, como lo demuestra
el hecho que el Consejo del Atlántico Norte fue convocado
inmediatamente después del ataque. En esa reunión,
Estados Unidos, el Reino Unido y Francia «informaron a los
aliados sobre la acción militar conjunta en Siria» y
los aliados expresaron oficialmente «su pleno apoyo a esta
acción» [2].
Gentiloni declaró además que «el apoyo logístico que
aportamos sobre todo a Estados Unidos no podía de ninguna manera
traducirse en el hecho que del territorio italiano partieran
acciones directamente dirigidas a golpear Siria».
En realidad, el ataque contra Siria
desde el Mediterráneo fue dirigido por el Mando de las Fuerzas
Navales de Estados Unidos en Europa, que tiene su
cuartel general en Nápoles-Capodichino [Italia], bajo las
órdenes del almirante James Foggo, que comanda simultáneamente
la Fuerza Conjunta de la OTAN, cuyo cuartel general está en
Lago Patria, en Nápoles.
La operación militar contó con el
apoyo de la base aeronaval de Estados Unidos en Sigonella
[Italia] y de la estación estadounidense MUOS de transmisiones
navales de Niscemi (ambas en la isla italiana de Sicilia).
Como lo muestran los seguimientos de
radar, los drones espías estadounidenses RQ-4 Global Hawk,
que despegaron de la base de Sigonella, tuvieron un papel
fundamental en el ataque contra Siria, operación que contó
además con el apoyo de aviones cisterna que garantizaron el
reabastecimiento en vuelo de los aviones atacantes.
Italia comparte por tanto la
responsabilidad de un acto de guerra que viola las normas más
elementales del derecho internacional.
No sabemos todavía cuáles serán las
consecuencias de ese acto de guerra pero lo cierto es que
alimenta el fuego de la guerra. Aunque Gentiloni asegure que «no
puede ser el principio de una escalada».
Traducido al español por la
Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange
Patrizio