ORIENTALISMO E ISLAMOFOBIA

 

¿Una islamofobia de postín?

En primer lugar, debo aclarar que queda muy lejos de mi intención con el presente escrito exponer una disertación erudita sobre unas corrientes (académica y de opinión respectivamente) que rebasan con mucho mi pobre capacidad de análisis. Lo contrario sería cuando menos un acto de deshonestidad intelectual o ponerme absolutamente en evidencia; La presente reflexión nace tanto de la lectura del magnífico ensayo “orientalismo” de Edward Said como de la observación de la realidad en la que vivimos.

       No me considero un intelectual, ni un escritor, ni un analista ni: “Vade retro!!!” Un opinador; Tan sólo un musulmán andaluz de origen, que vive en occidente, que ha sido educado en una tradición (cristiana, ilustrada, positivista, liberal o cómo gustemos en llamarla) y que tanto por origen como por cultura se considera un hombre de frontera. Hechas pues estas aclaraciones podemos avanzar en el tema que nos ocupa dejando de lado poses intelectuales y grandes pretensiones.

       Está claro que la más burda propaganda puede ser elevada a la categoría de “académica” cuándo existen el capital y la voluntad política para ello. Cada ley discriminatoria, cada empresa colonizadora, cada pogromo e incluso limpieza étnica va precedido de un eficaz discurso propagandístico tanto a nivel popular como pretendidamente culto sin que falten las “misteriosas obras” de género conspiranoico (con el famoso “Protocolo de los sabios de Sion” en lugar destacado) que calan en el imaginario colectivo por “tierra, mar y aire”. El Islam lleva siglos padeciendo este fenómeno y tenemos que ser conscientes de que es una tarea de titanes liberar las romas cabezas de nuestros conciudadanos de siglos de especulación “antiislámica”. Sin embargo la magnitud de la tarea no debe llevarnos a los musulmanes a replegarnos sobre nosotros mismos ni a vivir y entender nuestra forma de vida como reacción a esta corriente; ya sea de forma  negativa, situando a occidente y sus productos culturales y políticos como la masonería, el colonialismo, los nacionalismos, etc como el origen de todos nuestros males (aunque sean responsables en buena medida)  ni positivamente, cantando la excelencia del Islam aunque no venga a colación y viviendo en un agotador y perpetuo estado de apologética. Si es nuestro deber, en cambio, dar a conocer lo que Islam “realmente es” o mejor aún lo que de él percibimos los creyentes liberando tantos conceptos islámicos de la malversación que padecen y dejando claro que “Islam”, “mundo islámico”, “Umma”, “personalidad o mentalidad islámicas”  no son conceptos monolíticos fáciles de meter en el tubo de ensayo de “objetivos y desapasionados” investigadores “occidentales”. Nada más lejos de la realidad; Como bien dice Edward Said en su obra “cubriendo el Islam. Cómo los medios de comunicación y los expertos determinan nuestra visión del resto del mundo”, todo conocimiento es interpretación; los académicos europeos de los siglos XIX y XX dedicados a los “estudios orientales” (categoría en la que entra el Islam como si este no se hubiera desarrollado también en occidente y no hubiera por tanto influido en el devenir de la cultura occidental) apelaban a la objetividad científica de sus investigaciones pero lo cierto es que estos investigadores iban “empotrados” en el proyecto colonizador de las mayores potencias imperialistas de la época, es decir, Francia y Gran Bretaña. En el primer caso la expansión colonial era entendida como una gran “misión civilissatrice” lo que presuponía que los pueblos sometidos vivían en una situación de oscurantismo y absoluta barbarie. En el segundo caso a la expansión comercial seguía la ocupación militar y la creación de administraciones indígenas leales para lo que era necesario desarrollar ambiciosos proyectos de investigación que estudiaran y representaran a las culturas colonizadas, ya que (y esta es una premisa sagrada de todo proyecto colonial) la cultura y las comunidades e individuos que la encarnan no pueden ni pensarse ni representarse a sí mismas. Con estas anteojeras de superioridad es imposible un conocimiento objetivo, ya que, citando una vez más a Said, todo estudio de una realidad humana es histórico y por tanto susceptible de una interpretación que es originada por la situación cultural, política, e incluso emocional del que investiga; Nunca podré ser un estudioso objetivo y desapasionado del sintoísmo por ejemplo si ya de entrada, siento  cierta antipatía cultural  por el Japón y todo lo japonés o al contrario, no pretendo sino representar a Japón como la más excelente civilización de todos los tiempos. Así, el estudio del Islam en Europa fue “polemista y apologético” durante el medievo y ello sirvió como base intelectual a las cruzadas; Todo estaba permitido contra los infieles musulmanes, tanto a nivel intelectual como político; entre otras cosas la masacre de las poblaciones judía y musulmana en la toma de Jerusalén ocurrida en 1099 dc y en lo artístico la inclusión del Profeta (Maometto) en el infierno de la “Divina comedia” de Dante, por citar sólo dos muestras.

  A partir de los siglos XVII y XVIII en una Europa inmersa en plena revolución científica e ilustrada el Islam ya no será visto tan solo, como una herejía practicada por gentes lascivas, sensuales e hipócritas sino como la encarnación del fanatismo o, en el mejor de los casos, una versión árabe y “por tanto” errónea, del judaísmo y del cristianismo. En cuanto a la “mentalidad” islámica, cuando el musulmán no era un lascivo, holgazán e hipócrita era un fanático traidor y violento. Era preciso, entonces, salvar a los musulmanes del Islam (si es que eran salvables), destruir sus instituciones caducas y establecer la arriba mencionada “misión civilizadora”. A ella se entregaron cándidos (o no tan candorosos) intelectuales franceses que al parecer no fueron o no quisieron ser capaces de ver las motivaciones políticas y económicas de la expansión colonial o que, en la mayoría de los casos, fueron conscientes de ella y la apoyaron plenamente; A partir de 1848 Argelia es declarada parte integrante del territorio nacional francés y dividida en tres departamentos, con ello entre otras cosas se pretende aliviar la presión demográfica de la metrópoli. Los musulmanes argelinos son declarados súbditos frente a los colonos “ciudadanos”. Con esta medida la administración colonial francesa, sus corifeos académicos y la prensa cada vez más influyente, determinaron el oxímoron Islam-ciudadanía.  

       Sería pretencioso por mi parte (y extenuante) citar la larga lista de autores y obras por lo demás magistral y prolijamente expuesta en el citado ensayo “Orientalismo” cuya lectura se hace cada vez más imprescindible. Lo que si es posible constatar es que esta larga tradición antislámica ha calado en la psique colectiva de los europeos; Asistí hace 20 años en Italia a conferencias en las que compungidos y atemorizados académicos se lamentaban (y advertían) que el “objeto de estudio” (es decir, el Islam y los musulmanes) ya no estaba en los anaqueles de vetustas bibliotecas. Ahora ¡Ay! “los tenemos aquí (sic)”.  Es como si hubieran venido a reclamar su parte, porque están resentidos con la triunfante “y buena” civilización occidental. Es necesario, antes bien. Vital, acentuar la condición “extraña” del Islam y los musulmanes en “occidente”. Se hace necesario blindar las fronteras pero también “las mentes europeas” porque “ellos no son como nosotros”.

      

La “aportación” de la cultura popular; el cine:

       El orientalismo parte de una clara visión de la civilización “euroccidental” como superior; Ella es la que estudia, la que penetra los misterios de oriente. En tanto que las culturas orientales son “estudiadas y penetradas” (en una curiosa metáfora de reminiscencias eróticas y falócratas). Esta concepción se repite hasta la saciedad en novelas (Gustave Flauvert como autor destacado), óperas (como no evocar a la pobre Madame Butterfly traicionada por su amante norteamericano) y en la última centuria en infinidad de películas. Vuelvo a declarar mi estupor ante el hecho de que el Islam haya sido enclaustrado en los márgenes geográficos de oriente negando sistemáticamente su naturaleza “universal” si bien reconozco que este enclaustramiento obedece a muy claros propósitos de dominación. El cine ha devenido en la última centuria en una especie de  cátedra o púlpito mundial desde el que adoctrinar a las masas, desde el que clarificar al gran público que el Islam y los musulmanes encarnan “al otro” al que es extraño a nosotros y que en su barbarie no hace sino resaltar la bondad, la sed de conocimiento y la objetividad científica, desafiante con el poder establecido (sobre todo el poder religioso) del blanco europeo occidental. Es esta visión la que cala en las mentes de “los ciudadanos occidentales” y no necesariamente la de los áridos y “escrupulosos “trabajos de investigación de los grandes eruditos orientalistas e islamólogos. Podría citar infinidad de películas y series que harían el presente opúsculo interminable; Podría haberme decantado por una,  nos guste o no, obra maestra como “Lawrence de Arabia” (1962) de David Lean. Sin embargo me he decidido a extraer conclusiones de un film bastante más modesto en sus logros y más reciente: “El médico” (2013) producción alemana dirigida por Philipp Stóltz, basada en el best seller homónimo de Noah Gordon y que arrasó en las taquillas de los cines europeos. El argumento es el que sigue:

       Rob Cole es un joven inglés aprendiz de un curandero charlatán que ha desarrollado una ferviente curiosidad por la medicina al encontrarse con intelectuales y médicos judíos que le cuentan y muestran algunas de las maravillas logradas por el sabio Ibn Sina (Avicena) en la madrasa-hospital de Isfahan (Persia) así que haciéndose pasar por judío (ya que los cristianos, al parecer estaban proscritos en Persia(¿?)) emprende el camino a dicha ciudad dónde se convierte en discípulo predilecto del célebre hakim y en amigo íntimo del sultán. Por si fuera poco, el joven inglés está desprovisto de prejuicios religiosos y desafía a la autoridad diseccionando un cadáver para su estudio, lo que enfurece a los influyentes jariyíes (secta rigorista) que acaban tomando el poder en el reino, incendiando la madrasa y asesinando a Ibn Sina, quien antes de morir confía, como no podía ser de otra forma, a su aventajado discípulo inglés la salvaguardia y superación de su ciencia, confesándole su incapacidad para superar sus prejuicios religiosos.

Rob Cole vuelve a Inglaterra y funda un hospital con ayuda de la comunidad judía londinense y en él aplica las avanzadísimas técnicas aprendidas (y superadas, supongo) en la fabulosa, exótica, lasciva y fanática Isfahan.

Si completáramos esta obra del género “historia-ficción” siendo rigurosos, podremos concluir que tanto el hospital como el bueno de Rob durarían bien poco en la Inglaterra del siglo XI; La iglesia se encargaría de condenarlo por hereje y hechicero y enviar a la hoguera a él y a sus colaboradores o bien las turbas lo harían espontaneamente. Pero no es esto lo que importa; El mensaje central de la película es:

                        El racionalismo y la curiosidad científica habitan en Europa aunque esta se halle inmersa en la más sórdida barbarie.

                        La filosofía islámica medieval no es más que un pobre comentario de la filosofía grecorromana; A Ibn Sina, Al Farabi, Al Kindi, la escuela de Bagdad etc, solo les debemos su conservación y comentario. Pero el sujeto oriental-islámico es incapaz de aplicarla, de hacerla fructificar. Y es incapaz porque está encarcelado en su fanatismo, despotismo y sensualidad arrolladores.

                        De esta forma estos conocimientos, deben ser aprehendidos, rescatados, corregidos y mejorados por la mentalidad europea (anglosajona preferentemente), que es, de suyo, desprejuiciada, aventurera, inteligente, versátil y disciplinada en contraposición a los vicios orientales ya mencionados.

                        Oriente siempre se acaba arruinando a sí mismo en tanto que occidente sabe extraer de él sus tesoros para ser estudiados, admirados, disfrutados y aplicados en tierras y sociedades más propicias (habitadas por gentes blancas y occidentales, por supuesto).

 

El gran mérito del cine es el de inculcar ideas y valores en la psique colectiva porque conecta con la sensibilidad del espectador, le proporciona héroes y villanos e interpreta por y para él la realidad. De los millones de espectadores que vieron el film arriba comentado muy pocos habrán leído las tesis de Barthelemy D´Herbelot, Sir Richard Burton, William Lane y otros eminentes orientalistas. Sin embargo sus postulados habrán calado de manera mucho más eficaz y sibilina que las miles de páginas de farragosos tratados decimonónicos o de best sellers actuales, como decía antes y no solamente en la mentalidad “occidental” sino lo que es más grave y en el discurso y cosmovisión de  ciertos musulmanes.  

 

De la cátedra a la calle; La Islamofobia.

       Al inicio del presente opúsculo he calificado, muy atrevidamente, al orientalismo como islamofobia de postín, es justo calificar ahora a la islamofobia como un orientalismo popular; Tenemos tendencia a creer que el quehacer intelectual tiene poca incidencia en las masas olvidando el papel de los medios de comunicación y de la cultura general que ejerce de tierra fértil en la que florecen estas “interpretaciones de la realidad”. En el apartado anterior se me ha “colado” el cine como medio de comunicación y de más que probable adoctrinamiento  del “gran público”. Evidentemente hoy el llamado “séptimo arte” ha perdido parte de su influencia entre una miríada de mass media; Prensa, internet, redes sociales, televisión…Nunca las sociedades han estado tan conectadas y nunca hemos dispuesto de tan ingente cantidad de información sin que ello signifique necesariamente, un desarrollo del pensamiento crítico o que esta (la información) se base en análisis profundos más que en titulares más o menos sensacionalistas.

 

El papel de los “mass media” en la propagación de la islamofobia.

       “Si no estáis prevenidos ante los medios de comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido”

                                             Al Hajj Malik Ash Shabazz (Malcolm X)

              El título  de la obra de Edward Said “cubriendo el Islam. Cómo los medios de comunicación y los expertos determinan nuestra visión del resto del mundo”, contiene, como el mismo autor sostiene en sus páginas iniciales, un doble sentido que conserva en la traducción de la obra al castellano; En el argot periodístico “cubrir” (“covering” en el original en inglés) es encargarse de dar parte y trabajar en un área de información determinada. Pero en el lenguaje común cubrir es sinónimo de ocultar en incluso de tergiversar cualquier asunto. En lo que al Islam respecta es la traducción más acertada de los términos “kufr” , “káfir”, “kufar” que muchos autores imbuidos de orientalismo traducen maliciosamente como infidelidad o infieles; El kufres el acto de deformar la verdad, de impedir o dificultar al máximo el acceso a ella a sabiendas que es la Verdad. En lo que se refiere al Islam y los musulmanes es difícil encontrar en los grandes medios occidentales una visión objetiva y ecuánime acerca de los grandes temas que nos afectan e incluso acerca de nuestra propia identidad; No puedo resistirme a citar una vez más a Said, que transcribe las palabras de una célebre reportera estadounidense, judía y sionista para más señas: Flora Lewis (1922-2004). Quien en una entrevista publicada en mayo de 1980 cuenta:

       “Hace unos meses, por ejemplo, me involucré en un proyecto que era absolutamente asombroso en cuanto a sus proporciones. Nueva York me acababa de ofrecer este trabajo especial sobre la crisis del mundo islámico. Tenían una reunión en aquella ciudad, y alguien dijo: “Santo Dios, nadie sabe lo que está pasando con el Islam. Enviemos a Flora”. De modo que me llamaron y acepté. Era una locura; Ni siquiera estaba segura de cómo iba a utilizar el material que recogiese.

       Tuve que prepararlo todo muy deprisa, de modo que estuviera segura previamente de que vería a las personas que me interesaba ver. No tuve tiempo de ver a nadie en tres días.

       Comencé en París y Londres. Después fui a El Cairo, puesto que allí tiene su sede La Universidad Islámica y también a Argel y Túnez. Volví con veinte cuadernos y cinco kilos de papel y me senté a escribir”      

       Edward Said. “Cubriendo el Islam” Cómo los medios y expertos determinan nuestra visión del resto del mundo. DEBATE. Traductor: Bernardino León Gross. Págs 168-169 (edición digital).

       Lo primero que salta a la vista es la celeridad y urgencia con la que aborda un tema “que es una locura” y la prepotencia, común a muchos reporteros y a las líneas editoriales  de los medios para los que trabajan; Heredan del orientalismo una pretendida capacidad de aprehender una realidad  compleja en sus dimensiones históricas, teológicas, sociales y espacio-temporales y de reducirla a las “probetas y tubos de ensayo” de un estudio  que alardea de objetividad y equidistancia cuando la verdad es que está esponjado de prejuicios, “verdades y consignas” aceptadas como dogmas y un maniqueísmo radical. A la señora Lewis le bastó un “paseo” por dos capitales occidentales y tres árabes, unas cuantas entrevistas (con personas a las que a ella “le interesaba ver”) y volver con “20 cuadernos y cinco kilos de papel” para sentarse a escribir. A muchos les parecerá una proeza digna de todos los premios que Lewis acaparó en su vida. Sin embargo basta leer las primeras líneas de su trabajo para captar el prisma bajo el que está confeccionado. Pero sigamos adelante con la exclamación de “alguien” en el vigoroso consejo de redacción del “Times” (New York Times), el periódico más influyente del mundo: “¡Santo Dios! ¡Nadie sabe lo que está pasando con el Islam! (probablemente ni los propios musulmanes) ¡Enviemos a Flora!. Necesitamos el “experto juicio” de esta señora, en este caso, aunque ella misma reconozca que “es una locura”. Da igual, puede hacerse; Si de algo puede presumir la profesión periodística es de su inmediatez; si la historiografía se ocupa de “narrar los hechos explicados por sus causas” y tampoco ella, como bien sabemos, escapa de visiones interesadas, el periodismo narra el hecho desde el propio hecho, desnudo, sin que las causas sean determinantes ni interesen especialmente. El ciudadano medio que se interesa por las noticias, rara vez va más allá de las píldoras de información que le suministran los telediarios y las grandes cadenas de información y de la lectura de los titulares de periódico (y esta tendencia es mucho más acusada con el auge de la prensa digital). Nadie sabe lo que está pasando con el Islam pero enviemos a Flora, que ella lo sabrá; Ella puede con sus veinte cuadernos y cinco kilos de papel, con su paseo triunfal por la civilizada Europa y por el inquietante Norte de áfrica, exponer la historia, la cultura, la espiritualidad, los desafíos, las penalidades, las injusticias, las contradicciones de 1400 años de tradición y el presente de mil quinientos millones de personas (incluyendo la mentalidad de todos y cada uno de ellos, porque todos viven y actúan movidos por los mismos patrones de pensamiento y conducta) en un bonito reportaje a todo color, dado que como dice el “reputado orientalista” Bernard Lewis (1916-) que no está emparentado con Flora más que ideológicamente:

       “Se da el fin de la investigación y la libre especulación en el mundo islámico, presumiblemente como resultado de la estática teología del Islam, así como su carácter determinista, ocasionalista y autoritario”.  Íbidem. Página 167 (cita no literal)”.

 

 Y fin de la historia; El Islam nos ha sido mostrado, ya lo comprendemos y podemos repetir como un mantra las conclusiones de un trabajo tan arduo; Este “modus operandi” se repite en cualquier otra estrella del periodismo; Es posible “aprehender el Islam” porque es un todo monolítico y con él se puede generalizar sin miedo a errar. Notamos esta generalización en las propias palabras de Lewis, que viaja a El Cairo “porque allí está la Universidad Islámica”. Tracemos un paralelismo (ficticio); Vamos a cubrir los casos de pederastia ocurridos en ciertas instituciones de la iglesia católica irlandesa durante los años 60 y 70. En el consejo de redacción de “Al Ahram weekly” alguien exclama: “¡Subhana Al-Lah!¡Nadie sabe que está pasando con la Iglesia católica! Enviemos a Ahmad.””Era una locura, pero acepté el reto: Viajé a Damasco y Beirut y después a Roma (porque allí están el vaticano y la universidad católica) y después a Londres y Nueva York . Volví con veinte cuadernos y cinco kilos de papel” Obviamente los periodistas “occidentales” se rasgarían las vestiduras ante tamaña generalización; ¿Damasco y Beirut? ¿Alguna personalidad relevante de la iglesia católica irlandesa allí? Puede ser. Pero….  ¿Cómo que en Roma está la Universidad católica? Esto es obvio. ¿A qué universidad en concreto te estás refiriendo dado que universidades católicas hay muchas en el mundo? Solo en Roma hay al menos cuatro, sin contar con academias e institutos pontificios. ¿A cuál de ellas te refieres? ¿a la lateranense, a la Urbaniana, a la gregoriana…..? ¿Hablar de casos de pederastia en la iglesia católica irlandesa sin pasar por Irlanda y recabar allí testimonios? ¡Intolerable!. Si estas generalizaciones son intolerables en lo que se refiere a áreas de información tenidas por “occidentales” en lo que se refiere a Islam, son la moneda de cambio. Lewis podía haberse tomado la molestia al menos de referirse a la Universidad Al Azhar por su nombre. Por otra parte en 1980 pasaban muchas cosas, no en el Islam (que no es una institución) sino en las sociedades mayoritariamente musulmanas. En Estados Unidos el interés y la inquietud (y por extensión a todos los países occidentales) estaban localizados en la revolución islámica de Irán y muy concretamente en la crisis de los rehenes de la embajada en Teherán del país norteamericano; 444 días que llevaron a la sociedad estadounidense, soliviantada por los medios de comunicación, a una situación paranoica. Naturalmente estos medios hablaban continuamente del hecho en sí. De la humillación infligida a un país auto considerado “guardián del mundo” y “paladín de la libertad” y de la vida y personalidad de cada uno de los retenidos. Muy pocos medios y sólo algunas voces intelectuales destacadas entre ellas Noam Chomsky y el propio Said explicaron el hecho por sus causas. Es decir; la desastrosa, prepotente y gansteril (si consideramos la implicación de la CIA y el Servicio Secreto Británico en el golpe de estado de 1953 contra el ministro Mossadegh, que había nacionalizado el petróleo iraní). En lugar de eso, prensa y televisión se dedicaron a debatir sobre si el Islam es violento (y casi siempre la respuesta era afirmativa) sobre la mentalidad árabe y musulmana (los iraníes no son árabes; poco importa) y a repetir como jaculatorias los tópicos y lugares comunes que se sacan a relucir en cada crisis en Oriente Medio y ahora que la “guerra mundial contra el terror” ha aterrorizado, valga la redundancia, a Europa con respecto a su muy numerosa población musulmana y afianzando los dogmas de la creciente islamofobia. Basta con recordar las simplistas y neronianas declaraciones de Nicolás Sarkozy, entonces ministro de interior, ante los disturbios de la “Banlieue” en 2005 calificando a los jóvenes que incendiaban coches de “chusma” (estos barrios están mayoritariamente habitados por familias de origen magrebí y subsahariano). O las vulgares (e incendarias) “sátiras” del semanario “Charlie Hebdo” deplorables  no solo con respecto al Islam sino también por el desprecio que muestra por las víctimas musulmanas  de cualquier masacre y por sus creencias. Desprecio que desde luego, rebasa el concepto de libertad de expresión para adentrarse peligrosamente en la incitación al odio.  Si el orientalismo académico sirvió de base intelectual al colonialismo, la islamofobia (su versión popular) alimenta a partidos de ultraderecha como el frente nacional en Francia, a demagogos populistas como el inefable holandés Geert Wilders en incluso al DAESH que tan bien encarna todos los monstruos azuzados por todo lo anterior.

Así  llegamos a la conclusión de que el quehacer intelectual influye en las sociedades y en la política y no se queda relegado a las clases magistrales y las conferencias de alto nivel;  No es posible explicar el cristianismo paulino sin el neoplatonismo, ni la política “occidental” de los últimos  quinientos años sin Maquiavelo, como tampoco es posible entender la islamofobia sin sus referentes intelectuales, históricos y culturales y no como una simple reacción espontanea ante fenómenos como la inmigración o el terrorismo. Otra cuestión es cómo afecta a los musulmanes en su vida comunitaria y en su pensamiento. Pero ese es tema de otro trabajo.

Al-Lah es El que sabe.

Ahmad Jalil Yusuf