La Comisión Islámica de Melilla organiza un seminario wahhabi-salafista

(II)

 

    Van apagándose los ecos del “seminario” titulado “El radicalismo violento en perspectiva. Análisis del extremismo. Causas y soluciones”, –ahí es nada–, organizado por la Comisión Islámica de Melilla, no obstante va cobrando relieve la estela verdadera de los hechos.

 

    Entre las resonancias referidas están las propias declaraciones de algunos de los ponentes publicadas en los medios de comunicación local. Preludio y guión de las ponencias que se pronunciarían. Sin embargo, dificultad sobrevenida en cuanto que la credibilidad manifiestamente se tambalea. El “profesor” Malik Ibn Benaisa hace una enmienda así mismo a una de sus más sonadas y polémicas conferencias. Dice así el titular de la entrevista: “Decir que una mujer perfumada es fornicadora es muy violento”. (El Faro de Melilla, 20/02/2016). A partir de aquí, supuestamente, la credibilidad debe cobrar enteros y así poder disertar sobre el radicalismo y la violencia.

 

    Dice nuestro ponente que los orígenes del extremismo están ligados “a la secta peligrosa Al­Jawâriyy”. A nuestro juicio para este viaje, no eran precisas semejantes alforjas. Sin duda los Jawâriyy han sido un grupo extremista que ha abandonado el grupo principal de musulmanes para encauzar una posición extrema y desviada en la época de sayyidina 'Ali Ibn Abi Talib tras la batalla de Siffin. Nuestra interrogante es ¿por qué buscar las causas del terrorismo, del extremismo..., en unos orígenes tan remotos como improbables? O dicho en otros términos, ¿se pretende que denominemos a ese extremismo “jariyíes yihadistas”, craso ‘error’. Son salafíes yihadistas.

 

    Se ponga como se ponga nuestro "profesor" y diga lo que líbremente se le antoje decir, no podrá hacernos perder el hilo argumental objetivo y veraz, y es que ciertamente estamos hablando de “salafíes yihadistas”, algo tan moderno y cercano como verídico. Situarse más allá del siglo XVIII, es decir, el siglo en que nació Muhammad Ibn Abdul-Wahhab, el ideólogo del wahhabismo (ahora llamado salafismo), sencillamente es marear la perdiz. ¿Acaso no fue Ibn Abdul-Wahhab, –fundador del wahabismo– quien organizara a sus partidarios en bandas que arrasaron la península arábiga en nombre del “Islam puro”, el suyo y el de sus seguidores? Cometieron masacres, saqueos, redujeron a la esclavitud a sus prisioneros, destruyeron las pocas obras de civilización que había en los territorios que conquistaban, –tal como hacen los salafíes yihadistas–, y crearon un Estado medieval y de cleptócratas, etc., etc., etc.

 

    Pero quizás la parte más ‘brillante’ de la declaración de nuestro “profesor” es cuando se desmelena y agudiza el ingenio y nos advierte que “Melilla se encuentra en una situación crítica” como consecuencia del “desempleo, el analfabetismo y la situación social”. Según parece habrá que deducir que de ahí a salir a degollar al vecino, por la crisis económica, hay un estrecho margen. Por lo visto eso es lo que pasa allí donde la crisis campea a sus anchas, y el desempleo hace estragos: la gente se organiza, –los marginados y los excluidos especialmente,– y crean ejércitos y sindicatos del crimen y ya de paso como desahogo la toman con los monumentos y vestigios históricos destruyéndolos. Genial.

 

    Sinceramente, echamos en falta una mención expresa y clara del enemigo y peligro con quien nos enfrentamos. Explicar y advertir sobre el extremismo requiere un discurso diáfano, preciso y conciso, especialmente cuando nuestros interlocutores inmediatos son jóvenes. Esos discursos barrocos, profusos en florituras huecas, más que rescatar a nuestros jóvenes de esa supuesta “burbuja” aislacionista, inversamente los anestesia severamente.

 

“Curar el extremismo”

    Toda descripción de una enfermedad que no adjunte al análisis la terapia y alternativa pertinente, carece de rigor. De ahí que nuestro insigne ponente nos hable de un antídoto, de la “cura del extremismo”. Fácil. Vigilar los hijos permanentemente, que no se aíslen en una sospechosa “burbuja” y propiciar una buena juntera, es decir, evitar “que se alejen de los eruditos, de las personas de conocimiento” en definitiva de los “sabios”, que de eso, según parece, andamos bien despachados por estos lares.

 

    Imagino que la supervisión de los “eruditos” de turno precisarán del certificado pertinente que en pura lógica los expedirán estos mismos “curadores del extremismo”, bien.

 

    Así mismo, nada de improvisaciones: eso de incitar a los hijos a la curiosidad intelectual, es decir, ese “afán de ser autodidactas, de intentar aprender por sí solos” nada de nada, qué puñeta. Para aprender tiene que ser “de personas cualificadas con licencia para enseñar”. Y si esos “eruditos” enseñantes tienen un certificado que acredite algún paseo por la Península Arábiga, – la última nación del mundo en ilegalizar la esclavitud, en 1962,– pues miel sobre hojuelas.

 

    En fin, toda una significativa declaración de intenciones. En la misma línea de cuando afirmara nuestro “profesor”, en una página en facebook, que el célebre sabio musulmán Al Gazzali era/es un kafir, la peor acusación que se puede arrojar contra un musulmán, por haber escrito una de las obras más respetables e influyentes de la historia del pensamiento islámico: “Ihya Ulum id Din” (Vivificación de las ciencias religiosas). Fácil deducir qué entiende por erudición nuestro “profesor” de referencia.

 

    Y a todo esto, ¿y del salafismo, qué? Ni palabra. Al fin y al cabo son buena gente, ayudan a los jóvenes a salir de la droga y de los malos hábitos, les aconsejan que no sean viciosos y una vez rehabilitados les obsequian un billete con destino a Siria...

 

    Finalmente y como colofón a tanto desvarío, quizás no esté de más rescatar alguna máxima de uno de nuestros más clarividentes SABIOS del Islam, Ibn Ata’ Illah. Curiosamente, sabios que fieles al espíritu del Islam, siempre rehuían a la aureola ensalzadora de la erudición. El erudito siempre cree levitar por encima del común de los mortales. El sabio, contrariamente, cuanto más ensancha su conocimiento más se hunde en la ‘ciénaga’ de la humildad y crece su perplejidad por lo ‘insignificante’ de su saber. Porque, en verdad, sólo Allah sabe. Dice así su hikma (aforismo) nº 10: “Las obras [por sí solas] son como estatuas sin vida; su alma es la sinceridad de intención”. Claro, preciso y conciso.

 

    Que Allah ilumine y guíe a nuestros jóvenes, y a nuestros mayores también. Los libre de la erudición de esos silvestres iluminados que torpemente nos pretenden confundir. Amín.