Desde la realización de la Conferencia
de Ginebra, en junio de 2012, Estados Unidos ha estado
acumulando las contradicciones, tanto en Siria como en Ucrania.
Ahora, el Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos ha decidido
organizar “filtraciones” de información sobre su propia
posición, como medio de influir en la Casa Blanca.
Contradicciones y
vacilaciones de la Casa Blanca
Durante los dos mandatos de George W.
Bush, la Casa Blanca quería derrocar la República Árabe Siria y
crear en Ucrania una zona de caos, como había logrado hacerlo
en Irak. Por un lado, esperaba proseguir así el rediseño del «Medio
Oriente ampliado» y, por el otro, cortar las líneas de
comunicación terrestre entre Occidente y el creciente poder que
representan Rusia y China.
Cuando Barack Obama llegó a la Casa
Blanca, como sucesor de George W. Bush, tenía como consejeros al
general Brent Scowcroft y a su propio mentor en temas políticos,
que no era otro que Zbignew Brzezinski.
Estos ex consejeros de Jimmy Carter y
de Bush padre en materia de seguridad nacional desconfiaban de
la teoría del caos de Leo Strauss. Ellos estimaban que el mundo
tenía que estar organizado según el modelo de la paz de
Westfalia, o sea alrededor de Estados internacionalmente
reconocidos. Al igual que Henry Kissinger, ellos aconsejaban
debilitar a los Estados, para que no estuvieran en condiciones
de oponerse a la hegemonía estadounidense, pero sin destruirlos.
Por consiguiente, no vacilaban en recurrir a grupos no estatales
para que hicieran el trabajo sucio del Imperio estadounidense,
pero sin la menor intención de confiarles la administración de
territorios.
Cuando los halcones liberales,
reunidos alrededor de Hillary Clinton, Jeffrey Feltman y David
Petraeus –un general de salón reciclado en la vida civil–,
sabotearon el acuerdo que la Casa Blanca acababa de negociar con
el Kremlin y reactivaron la guerra en Siria, en julio de 2012,
Barack Obama no reaccionó. En plena campaña para la elección
presidencial, Obama no podía darse el lujo de permitir que
se viera claramente el desorden reinante en su equipo de
gobierno. Lo que hizo fue tender una trampa al general Petraeus,
haciéndolo arrestar –llegando incluso a esposarlo– al día
siguiente de su propia reelección como presidente de
Estados Unidos. Después, despidió a Hillary Clinton y la
reemplazó por John Kerry. Este último, que tenía relaciones
cordiales con el presidente sirio Bachar al-Assad, podía
recuperar el terreno perdido en ese aspecto. En cuanto a Feltman,
que ya se hallaba en la ONU, sacarlo de allí bruscamente parecía
delicado.
Pero John Kerry comenzó dejándose
convencer de que ya era demasiado tarde y de que a la República
Árabe Siria no le quedaba mucho tiempo. Y creyó que lo único que
podía hacer era evitar que Assad corriera el mismo fin trágico
que Muammar el-Kadhafi, sodomizado con una bayoneta antes de ser
asesinado. La Casa Blanca y el Departamento de Estado se habían
dejado cegar por las mentiras que databan de los tiempos de la
administración Bush, cuando todos los funcionarios estaban
movilizados, no para analizar el mundo y tratar de entenderlo
sino para justificar por adelantado los crímenes de Washington.
En 2006, el primer secretario de la embajada de Estados Unidos
en Damasco, William Roebuck, había redactado un informe impuesto
como verdad indiscutible: Siria no era una república baasista
sino una dictadura alauita. Así que Arabia Saudita, Qatar y
Turquía podían respaldar legítimamente a la mayoría sunnita de
la población para implantar la «democracia de mercado» [1].
El presidente Obama dejó, por tanto, a
la CIA seguir adelante con su operación de derrocamiento del
régimen sirio, disfrazada de apoyo a los «rebeldes moderados».
Se organizan entonces amplias redes de tráfico de armas,
primeramente desde la Libia post-Kadhafi, más tarde desde
la Bulgaria de Rosen Plevneliev y Boiko Borisov [2],
y posteriormente desde la Ucrania post-Yanukovich [3].
Simultáneamente, se abren oficinas de reclutamiento en todo
el mundo musulmán para enviar combatientes a salvar a los
sunnitas sirios reprimidos por la dictadura siria.
Pero al final no queda más remedio que
reconocer que la República Árabe Siria resiste a la embestida de
la mayor coalición de la Historia (114 países y
16 organizaciones internacionales agrupadas en el seno de los «Amigos
de Siria»). Y si la República Árabe Siria logra resistir
es simplemente porque nunca ha sido una dictadura alauita sino
más bien un régimen laico y socialista; porque el ejército sirio
nunca se ha dedicado a masacrar a los sunnitas y porque son
precisamente sunnitas la mayoría de los soldados que defienden
la República Árabe Siria ante la agresión extranjera.
En febrero de 2014, cuando los
neoconservadores, reunidos alrededor de Victoria Nuland,
lograron derrocar el gobierno de Kiev –a golpe de millones de
dólares–, el presidente Obama vio en ello el merecido resultado
de largos años de esfuerzos. Barack Obama no percibió
de inmediato las consecuencias de aquella operación. Y después
se vio ante un dilema: dejar el país sin gobierno, como un hueco
negro entre la Unión Europea y Rusia, o poner en el poder a los
soldaditos de la CIA, varios nazis y unos cuantos islamistas.
Así que optó por la segunda posibilidad, pensando que sus
servicios secretos encontrarían entre esos mercenarios algunos
individuos capaces de mantener una apariencia de respetabilidad.
Los hechos han demostrado que no lo lograron. El resultado es
que, si bien el régimen de Viktor Yanukovich era corrupto
–aunque no más que los de Moldavia, Bulgaria o Georgia, y
todavía sería posible mencionar muchos más–, el poder
actualmente instalado en Kiev encarna todo aquello contra lo que
luchó Franklin D. Roosevelt.
-
El periodista Seymour
Hersh reveló la masacre de My Lay
–durante la agresión estadounidense contra Vietnam–
así como las torturas que practicaban los militares de
Estados Unidos en la cárcel de Abu Ghraib –durante la
invasión de Irak. Después de haber trabajado en el New
York Times, y posteriormente en el New Yorker, este
periodista estadounidense ya no logra publicar sus
trabajos en la prensa de su propio país y funge como
colaborador de la London Review of Books.
Lo que quieren los militares
estadounidenses
En momentos en que la Casa Blanca y el
Kremlin acaban de concluir un segundo acuerdo para restaurar la
paz en el Medio Oriente, el periodista estadounidense Seymour
Hersh publica –en la London Review of Books– una larga
investigación donde revela cómo el Estado Mayor Conjunto,
encabezado por el general Martin Dempsey, se resistió a dejarse
llevar por las ilusiones de Barack Obama [4].
Según Hersh, los militares estadounidenses trataron de mantener
el contacto con sus homólogos rusos, a pesar del manejo político
de la crisis ucraniana. Para ello transmitieron información
crucial a algunos de sus aliados, con la esperanza de que estos
los hicieran llegar a los sirios, pero se abstuvieron de toda
ayuda directa a Damasco. Seymour Hersh deplora el hecho que ya
no sea así desde que el general Joseph Dunford encabeza el
Estado Mayor Conjunto.
En este artículo, Seymour Hersh afirma
que la política de la Casa Blanca se ha mantenido invariable en
4 aspectos, totalmente absurdos, según los militares:
la
insistencia en la salida del presidente Assad;
el
rechazo a crear una coalición contra el Emirato Islámico junto
a Rusia;
seguir
viendo en Turquía un aliado estable en la guerra contra el
terrorismo
seguir
creyendo en la existencia de fuerzas sirias de oposición
moderada aptas para recibir apoyo estadounidense.
Es necesario recordar que el anterior
secretario de Defensa, Chuck Hagel, fue descartado en febrero de
2014 precisamente por haber cuestionado esa política [5].
Chuck Hagel fue reemplazado por Ashton Carter, un alto
funcionario –ex colaborador de Condoleezza Rice– conocido por su
habilidad para los negocios [6].
En octubre de 2014, la Rand
Corporation, principal tanque pensante del complejo
militaro-industrial estadounidense, tomó oficialmente posición
a favor del presidente Assad, subrayando que su derrota haría
inevitable la llegada de los yihadistas al poder mientras que
su victoria permitiría estabilizar la región [7].
En agosto de 2015, fue el general
Michel T. Flynn, ex director de la Defense Intelligence Agency
(DIA, la agencia de inteligencia del Pentágono), quien reveló al
canal de televisión qatarí Al-Jazeera que se había esforzado por
advertir a la Casa Blanca sobre las operaciones planificadas por
la CIA y varios aliados de Washington mediante el uso de los
yihadistas. Ante las cámaras de Al-Jazeera, el general Flynn
comentaba uno de sus informes –recientemente desclasificado [8]–,
donde anunciaba la creación del Emirato Islámico [9].
Finalmente, en diciembre de 2015, el
ex secretario de Defensa, Chuck Hagel, declaraba que la posición
de la Casa Blanca sobre Siria restaba credibilidad al presidente
Obama [10]
-
La eliminación del
presidente democráticamente electo de Siria es un
objetivo de guerra de los halcones liberales y los
neoconservadores estadounidenses. La neutralización de
Assad implicaría la caída del régimen, de la misma
manera como el linchamiento de Kadhafi hundió Libia en
el caos. Hoy resulta imposible salvar al pueblo sirio
sin respaldar a su presidente, Bachar al-Assad.
Cómo trataron los militares
de ayudar a Siria
Según Hersh, en 2013 el Estado Mayor
Conjunto estadounidense dio a conocer a sus homólogos sirios las
4 exigencias de Washington para implementar un cambio de
política:
Siria
tendría que impedir que el Hezbollah atacara Israel;
Siria
tendría que retomar las negociaciones con Israel para resolver
la cuestión del Golán;
Siria
tendría que aceptar la presencia de consejeros militares rusos
y
también tendría que comprometerse a realizar nuevas elecciones
al final de la guerra, permitiendo además la participación de un
amplio sector de la oposición.
Al leer esas 4 condiciones resulta
sorprendente comprobar lo siguiente: o los militares
estadounidense carecen totalmente de conocimientos sobre la
política del Medio Oriente, o lo que buscan es imponer
condiciones que no son tales y que serán aceptadas de inmediato
por parte de Damasco. A menos que se trate, en realidad, de
sugerencias enviadas al presidente Assad para que lograra hacer
evolucionar la posición de su homólogo estadounidense.
En
primer lugar, el Hezbollah es una red de resistencia contra la
ocupación israelí creada en Líbano como respuesta a la invasión
de 1982. Inicialmente, el Hezbollah no contaba con asesoramiento
de los Guardianes de la Revolución iraníes, aunque mucho le debe
al Basij [11],
sino del Ejército Árabe Sirio. Y sólo se volvió hacia Irán
en 2005, después de la retirada del Ejército Árabe Sirio
del Líbano. A pesar de ello, durante la agresión israelí de 2006
contra el Líbano, el entonces ministro sirio de Defensa estuvo
–en secreto– en el campo de batalla para supervisar la entrega
de material militar. Actualmente, el Hezbollah chiita y el
Ejército Árabe Sirio laico luchan juntos, en Líbano y en Siria,
contra los yihadistas, que a su vez cuentan con apoyo aéreo de
Israel, país que además presta atención médica a los yihadistas
heridos.
Desde
1995 (en Wye River) y hasta 2000 (en Ginebra), el entonces
presidente estadounidense Bill Clinton organizó negociaciones
entre Israel y Siria. Todo se negoció de forma equitativa,
a pesar de la deshonestidad de la delegación israelí –que
escuchaba las conversaciones telefónicas entre los presidentes
de Estados Unidos y de Siria [12].
La paz habría podido y debido firmarse en aquel momento, si el
primer ministro israelí Ehud Barack no se hubiese echado atrás
en el último momento, como señala el propio presidente Bill
Clinton en sus memorias [13].
Posteriormente, Bachar al-Assad retomó las negociaciones,
indirectamente –a través de Turquía– y por propia iniciativa.
Pero las interrumpió cuando Israel violó descaradamente el
derecho internacional al interceptar y abordar la «Flotilla
de la Libertad» en aguas internacionales. Actualmente, Siria
sigue estando dispuesta, y desea, retomar y llevar a buen
término aquellas negociaciones, pero la parte israelí rechaza
esa posibilidad.
En
cuanto a las relaciones militares entre Damasco y Moscú, estas
se remontan a la época de la Unión Soviética, con una especie de
paréntesis en tiempos de Boris Yeltsin. En 2005, Bachar al-Assad
viajó a Rusia para renegociar la deuda que Siria había contraído
con la desaparecida URSS. El presidente sirio ofreció entonces
al Kremlin 30 kilómetros de litoral para ampliar el puerto
militar de Tartús, pero los rusos –cuyas fuerzas armadas se
hallaban en plena reorganización– no mostraron interés en la
propuesta. En junio de 2012, antes de la Conferencia de Ginebra,
el consejero sirio de Seguridad Nacional Hassan Turkmani propuso
a los rusos desplegar «chapkas azules» (una fuerza
de paz) en suelo sirio para estabilizar el país. El Kremlin,
observando la actividad de la CIA y la ola de yihadistas
provenientes de todo el mundo musulmán, comprendió poco después
que aquella guerra era el ensayo general de una operación que
habría de desplazarse hacia el Cáucaso. Vladimir Putin decidió
entonces que el tema sirio era una «cuestión interna rusa»
y se comprometió a desplegar sus fuerzas armadas. Si nada
sucedió en 2013 y 2014 no fue porque Rusia hubiese cambiado
de opinión sino porque estaba preparando sus fuerzas, y
sobre todo dando los últimos toques a nuevos tipos de armas.
En
mayo de 2014, la República Árabe Siria organizó una elección
presidencial, que todas las embajadas presentes en Damasco
calificaron de justa y democrática. Fueron los europeos quienes,
violando la Convención de Viena, impidieron a cientos de miles
de refugiados sirios votar en dicha elección presidencial. Y
también convencieron a diferentes grupos de oposición para que
no presentaran candidatos. Bachar al-Assad, que ganó ampliamente
esa consulta, está sin embargo dispuesto a poner su mandato en
la balanza, de forma anticipada, cuando termine la guerra.
Mediante un simple voto del parlamento, la República Árabe Siria
podría aceptar las candidaturas de ciudadanos sirios exilados,
exceptuando a los que hayan colaborado con la Hermandad
Musulmana o con sus organizaciones armadas, como al-Qaeda, el
Emirato Islámico, etc.
Los militares estadounidenses
quieren desmarcarse de los neoconservadores
Justo antes de dejar el cargo de jefe
del Estado Mayor Conjunto, el general Martin Dempsey había
logrado la nominación del coronel James H. Baker como nuevo
director del Office of Net Assessment, o sea la oficina
encargada de elaborar los proyectos y estrategias del
Pentágono [14].
Al coronel Baker se le considera recto, racional y razonable
–exactamente lo contrario de los straussianos– y aunque Seymour
Hersh no lo menciona en su artículo, parece entonces posible que
Baker tenga que ver con la posición del Estado Mayor Conjunto.
En todo caso, el artículo de Seymour
Hersh demuestra que existe en el Estado Mayor Conjunto
estadounidense una voluntad de desmarcarse a la vez de la Casa
Blanca y de los halcones liberales, como los generales David
Petraeus y John Allen. Esto es una manera de subrayar que, en el
actual contexto, el presidente Obama ya no tiene ninguna razón
para seguir con las ambigüedades que tuvo que se vio obligado a
mantener durante los 3 últimos años.
Elementos fundamentales
En
los últimos meses, la Rand Corporation (principal tanque
pensante del complejo militaro-industrial estadounidense),
el ex director de la Defense Intelligence Agency Michael T.
Flynn, el ex jefe del Estado Mayor Conjunto Martin Dempsey y
el ex secretario de Defensa Chuck Hagel han cuestionado las
contradicciones y vacilaciones de la Casa Blanca.
Los
estrategas militares estadounidenses cuestionan la política
de confrontación con Rusia, heredada de la era Bush.
Ese sector está pidiendo que se implante una colaboración
en Siria y Ucrania, así como volver a meter en cintura a los
supuestos aliados de Washington, como Turquía, Arabia
Saudita y Qatar.
La
alta oficialidad estadounidense estima
-
que hay que respaldar al
presidente Bachar y que este debe vencer y mantenerse en
el poder;
-
que hay que actuar junto
a Rusia contra el Emirato Islámico;
-
que hay que castigar a Turquía
porque no está comportándose como aliado sino como un
enemigo
-
y que hay que dejar de soñar
con la existencia de rebeldes sirios moderados y
no esconderse más detrás de esa ficción, que sólo sirve
para permitir a la CIA seguir aportando apoyo a los
terroristas.
[1]
“Influencing
the SARG in the end of 2006”, William Roebuck, Cable from
the State Department, Wikileaks.
[2]
«Sale
a la luz una nueva vía del tráfico de armas destinadas a los
yihadistas», por Valentin Vasilescu, Red Voltaire ,
25 de diciembre de 2015.
[3]
«Qatar
y Ucrania acaban de entregar misiles antiaéreos Pechora-2D al
Emirato Islámico », «Qatar
preparó el bombardeo contra un campamento del ejército de Siria»,
por Andrey Fomin, Oriental Review (Rusia), Red
Voltaire, 23 de noviembre y 11 de diciembre de 2015.
[4]
“Military
to Military. US intelligence sharing in the Syrian war”, por
Seymour M. Hersh, London Review of Books, Vol. 38, No. 1,
7 de enero de 2016.
[5]
«¿Todavía
tiene Obama una política militar?», por Thierry Meyssan,
Red Voltaire, 1º de diciembre de 2014.
[6]
«El
nuevo jefe del Pentágono se rodea de consejeros privados»,
Red Voltaire, 27 de diciembre de 2014.
[7]
Alternative Futures for Syria. Regional Implications and
Challenges for the United States, por Andrew M. Liepman,
Brian Nichiporuk, Jason Killmeyer, Rand Corporation, 22 de
octubre de 2014.
[8]
Informe de la Agencia de Inteligencia Militar a los diferentes
servicios de la administración sobre los yihadistas en Siria
(documento desclasificado en inglés), 12 de agosto de 2012.
[9]
«La
inteligencia militar estadounidense y Siria», por W. Patrick
Lang, Centre français de recherche sur le renseignement (CF2R),
Red Voltaire, 22 de diciembre de 2015.
[10]
“Hagel:
The White House tried to destroy me”, por Dan de Luce,
Foreign Policy, 18 de diciembre de 2015.
[11]
El Basij es una milicia popular iraní. Sus miembros son
voluntarios y participan no sólo en actividades vinculadas a la
defensa del país sino también en el mantenimiento del orden
público y diversas labores administrativas o de carácter social.
[12]
Cursed Victory: A History of Israel and the Occupied
Territories (En español, “Victoria maldita: la historia de
Israel y los territorios ocupados), Ahron Bregman, Penguin, 2014
(Traducido únicamente al alemán).
[13]
My Life, Bill Clinton, Knopf Publishing Group, 2004.
[14]
«Nominación
del nuevo estratega del Pentágono», Red Voltaire, 17
de mayo de 2015