LOS AGENTES DE LA REVOLUCIÓN SIRIA

Abu Bakr Gallego

Cuando escuchamos a la gente hablar de la gran crisis que los ventrílocuos judíos han tenido a bien montar en Oriente Medio, vemos desconcierto, resignación y, en el mejor de los casos, descripciones, pero nunca interpretaciones. Se describen escenas en un intento de llegar a la más absoluta objetividad cuando, en realidad, lo único que se consigue con todas esas figuraciones es difundir los más estrambóticos rumores. Nada más subjetivo y proselitista que describir un suceso fuera de su contexto general, omitiendo detalles que -subjetivamente hablando- nos parecen banales, y acentuando aquellos que refuerzan nuestra posición ideológica.

Esto es particularmente cierto en lo que respecta a la crisis más larga, más profunda y más purificadora de cuantas está sufriendo el mundo árabe –nos estamos refiriendo a la crisis Siria. Muchos de esos “revolucionarios” que cada día echan su trocito de leña a la hoguera del fratricidio en la que hora tras hora arden nuevas víctimas increpan a sus oponentes con la descriptiva pregunta: “¿Es que en Siria no se puede uno manifestar, pedir reformas o censurar las actuaciones del gobierno?”. Una voz de entre los oponentes “anti-revolucionarios” responde interpretativamente: “Todo eso que dices se puede hacer en Siria si detrás de esas manifestaciones de protesta no está la mano de los ventrílocuos judíos moviendo los labios artificiales de los manifestantes. Permíteme que me explique. Hace milenios que numerosos judíos emigraron hacia Oriente y Occidente partiendo del Yemen, de Arabia, de Egipto, de Irán, Iraq... Unos clanes se asentaron en lo que hoy denominamos Los Balcanes y Etruria, al sur de los Apeninos. Otros llegaron a la Península Escandinava y desde allí emigraron y batallaron hasta apoderarse de Inglaterra y Normandía. Numerosas corrientes judías colonizaron la cornisa atlántica cruzando el mediterráneo y arribando primero a las costas españolas para después seguir camino hasta poblar zonas de Portugal, Galicia y las regiones más occidentales de África. Otras de estas corrientes llegaron a los mismos parajes cruzando el Pacífico por las escalonadas Islas Salomón hasta desembocar en el Atlántico, cruzando América por alguno de los estrechos naturales que en aquel tiempo se desplegaban por zonas del centro continental. Esos judíos llevaron consigo la escritura, la arquitectura y la metalurgia entre otras “artes”, pero su objetivo no era el de civilizar esas regiones del globo, sino dominarlas y construir así su paraíso terrenal, un paraíso sin Profetas, sin ley y sin vigilancia divina que pudiera impedirles vivir según sus deseos. Un paraíso chamánico en el que esparcir su tergiversado Relato Profético. Incluso tuvieron la desfachatez de proponérselo al propio Musa (a.s):

E hicimos que los hijos de Israil cruzaran el mar hasta que llegaron a una gente entregada a la adoración de unos ídolos que tenían. Dijeron: ¡Musa! Queremos que nos procures un dios como los que tienen ellos. Dijo: Realmente sois gente ignorante.

Qur'an 7:138

¿Pueden entonces esos mismos judíos, los que organizaron las cruzadas y hoy organizan los órdenes mundiales, permitir que Oriente Medio -de donde ha surgido toda la Profecía y donde todavía está vivo el Mensaje Profético- quede al margen de sus planes de dominación, de construcción de ídolos mudos, ciegos e inanimados como los que la gente de Musa vio tras cruzar el mar? Estos, pues, estos judíos resentidos que no han logrado construir, a pesar del poder que les ha concedido Allah el Altísimo, otro paraíso que el de la deportación y la esclavitud, son el primer elemento activo de la crisis siria, sus promotores, sus planificadores y sus más inmediatos beneficiarios. El segundo elemento lo constituyen las poderosas y “aristocráticas” familias sunnis que no pueden soportar por más tiempo el que se les haya privado del poder que por “legitimidad” divina les corresponde. Se les ilumina el rostro de la ira que traen sus recuerdos, su gloriosa genealogía digna de la más alta estirpe. La mayoría de ellos vive en Occidente, come hamburguesas, lleva la barba en el corazón e intenta hablar como el pato Donald. Este segundo elemento es doblemente activo. Por un lado, aporta dinero e influencia a la causa revolucionaria, ata cabos, compra fidelidades y maquina contra unos y otros para asegurarse de que, al final, un trozo de la tarta será para él. Por otro lado, actúa como canal a través del cual el primer elemento introduce sus tentáculos en la sociedad siria: universidades privadas, institutos de shari’ah, organizaciones para el desarrollo y mil organismos más cuya única función es la de dar de comer a la juventud siria el veneno de la occidentalización, de la libertad que les permita construirse sus propios ídolos sin que el odioso ojo de buey metafísico les observe iracundo. El tercer elemento consta a su vez de tres niveles tácitamente establecidos. En el primero de ellos están los mayordomos de la revolución que reciben las consignas directamente del segundo elemento: crean células, distribuyen dinero entre los adeptos, pasan información (casi siempre errónea), mantienen vivo el espíritu revolucionario y se muerden unos a otros cuando ven declinar sus perspectivas de alcanzar alguna migaja de poder. En el segundo nivel están los que luchan con las armas; sin duda los más honestos y sinceros de cuantos mantienen viva la hoguera fratricida, pero también los más engañados. Aquí han jugado un papel fundamental los grandes ‘ulamah y los grandes shuyuj de la ummah. Han sido ellos los que han arengado desde los canales judíos de Qatar y de Arabia Saudita a la juventud musulmana para que vaya a luchar y a morir por los intereses de los ventrílocuos, de los aristócratas sunnis y de los mayordomos. Les han dicho que hay un yihad en Siria y que, por lo tanto, deben ir allí a defender el Islam; y añaden compungidos que con gusto les acompañarían en tan noble misión, pero están haciendo su yihad en los estudios de televisión, en los desayunos políticos y en las cenas donde se consensuan los pasos a seguir. Dentro de poco, sin ir más lejos, se celebrará un congreso en Ginebra. Según las últimas noticias no ha quedado libre ni una sola plaza hotelera, ya que “congreso” significa crisol donde se cuecen las sabrosas habas a repartir entre los grandes protagonistas del montaje. Lo triste del caso es que estos soldados del infortunio estaban de acuerdo en admitir que Siria era el país donde más conocimiento había, donde mejor árabe se hablaba y donde con más libertad se podía practicar cualquier religión, el Islam incluido. Sin embargo, aquellas arengas surgidas de labios sobre los que pesaban imponentes turbantes, cuidadas barbas y recién planchadas túnicas surtieron efecto, pues no es fácil desenmascarar al Dayyal y los musulmanes respetamos, casi instintivamente, a los hombres de conocimiento. Grave error sin duda haber confundido la sabiduría con la acumulación de datos y el taqwa (el temor a Allah) con la presunción. Este error está haciendo que una buena parte de la juventud árabe y musulmana esté siendo exterminada, y que otra tenga que pasar el resto de sus días en celdas aisladas acusados de alta traición. El tercer nivel lo ocupa la gente como tú, mi querido hermano, la gente que vive de las descripciones televisivas que recibe cada día; de los rumores fantásticos que se hacen circular por mercados y mezquitas, de las apologéticas consignas de Facebook y de las sobrecogedoras noticias que allí se cuentan.”

Algunos revolucionarios esgrimen el argumento de estar luchando para que todas las denominaciones religiosas que componen el mapa espiritual de Siria puedan vivir sus creencias en paz y en libertad. Curiosa demanda la de estos revolucionarios. Poco antes de que comenzase la crisis llegó a Damasco una delegación británica con el objetivo de indagar y encontrar la clave o el secreto de la armonía que reina en este país entre las distintas congregaciones religiosas; una armonía inexistente en el resto de las naciones. Resultaría entonces que estamos luchando por establecer lo que ya estaba establecido.

Es urgente dejar de describir los acontecimientos, de divulgar rumores que no hacen sino ensangrentar las pocas aguas que aún quedan sin envenenar. Es urgente interpretar la realidad de los hechos, darles un sentido, una lógica; desentrañar la trama verdadera hasta visionar el dibujo completo, la geografía de este macabro escenario. Alguien está trazando nuevas fronteras, nuevos sistemas económicos, nuevos matrix en los que meter a los árabes de Oriente Medio de forma que este Oriente se pueda unir al del Golfo y crear una inmensa zona de recreo y un paraíso financiero.

Pero lo que no saben esos ventrílocuos es que la última palabra la tiene Allah Todopoderoso y que sus vientres acabaran llenos no de aire, sino de fuego.