EDUCACIÓN: LA CLAVE

Abu Bakr Gallego

 

Cada vez que ocurre un acontecimiento inesperado –una guerra, un atentado, alguna declaración chocante o significativa, comienzan los análisis políticos; con ellos, los judíos, a través de los mass media, han logrado tener entretenidos a los occidentales durante decenios; les han dejado en sus soliloquios analizando por qué se han quedado sin trabajo, por qué les han embargado la casa, por qué tenían que morir sus hijos en alguna contienda preventiva, por qué tenían que odiar a los que ayer eran sus amigos y aliados… y para todo ello había un análisis concienzudo a través del cual se examinaban las causas, las relaciones, las alianzas, los mensajes subliminares y el llamado “juego político”.

 

Este “tic” intelectual pasó a los turcos con la llegada a sus hogares de la libertad de expresión y la libertad de prensa, lanzándose a analizar todo lo que pudiera ser analizable con el mismo vigor con el que los adolescentes se lanzan a la vida. Una forma muy analítica de eliminar la acción: Una vez estudiado el asunto y llegado a sus causas se archiva como referencia histórica, y la vida sigue, la política sigue, los crímenes siguen.

 

Ahora está llegando a los países musulmanes el análisis político, o si se prefiere, la toma de consciencia de que ellos carecen de tales herramientas propias de la libertad. Y han comenzado las revoluciones, las “primaveras” árabes para obtener de los nuevos gobiernos que surjan el derecho a analizar los acontecimientos. Y nada más piden, o al menos nada más les van a dar: crecerá el paro, subirá un 200% o un 300% el coste de la vida, aumentará la delincuencia, y verán con lágrimas en los ojos, lágrimas de alegría, ondear la bandera judía, la bandera de la civilización y de todos los análisis políticos.

 

Sesenta hombres acaban de morir destrozados en la mezquita al-Iman de Damasco. Sus cuerpos aún están calientes y ya han comenzado los análisis políticos. Por nosotros pueden seguir, pero sabemos que el gran acontecimiento aún no ha salido a la luz; sigue su trabajo, inadvertido, irreconocible… porque no es un trabajo para este mundo, no es algo que se pueda fotografiar y después escribir un artículo periodístico. ¿Quién podría responder a las preguntas en un programa de televisión? He ahí el gran acontecimiento, clandestino, imperceptible… que sostiene a la Umma.

 

Los análisis políticos son siempre una cortina de humo, un matrix de satisfacción intelectual al comprobar que todo lo que ocurre en el mundo es fácilmente analizable. Frente a ellos, preferimos las claves, las contraseñas que nos permitan salir de todos los matrix, de todos los análisis.

 

Y la clave de lo que hoy sucede en Siria, en el mundo entero, está en la educación, pues son los sistemas educativos los que permiten que se manifieste y desarrolle la fitra, la naturaleza humana, el molde primigenio en el que fue creado el hombre o, por el contrario, los que impiden que aflore, los que la cubren y promocionan la cultura judeo-occidental de dominación. Y es la segunda opción, la opción cultural, la que vemos implantada en todo el mundo. Frente a la fitra, frente al iÿtihad, frente al esfuerzo por mantenernos en la rectitud, frente a la investigación constante, frente al cuidadoso examen de todo lo que se nos presenta y de todo lo que quiere penetrar en nuestra consciencia, los judíos han propuesto la cultura, la imm’a, el gregarismo, la adhesión ciega e incondicional a un sistema que nos hace ignorantes y nos obliga a consumir lo que no necesitamos ni queremos.

 

¿Cómo es posible –surge inevitablemente la pregunta– que se haya elegido universalmente este segundo sistema, el sistema cultural? ¿Cómo es posible que el hombre haya preferido la degradación a la dignidad, la bajeza a la elevación? Si hemos dicho que la clave para entender lo que sucede hoy en el mundo estaba en la educación, en los sistemas educativos, la respuesta a estas preguntas sólo la podremos encontrar en los responsables de educar a las sociedades, en las elites encargadas de interpretar la realidad, de vigilar las entradas a la fortaleza de la fitra.

 

 La seguridad de la célula reside en la membrana, pues es este elemento el encargado de permitir o impedir que penetren en ella las sustancias que vienen del exterior. Si la membrana detectase un cuerpo hostil y a pesar de ello permitiese que entrase en el citoplasma, la célula estaría vendida, pues carece de los medios para hacer frente a sus enemigos; esa es la función de la membrana. De la misma forma, las encargadas de impedir que la cultura cubra y encubra a la fitra son las elites, las membranas que protegen las células sociales. Pero estas elites hace mucho tiempo que se han transformado en castas sacerdotales, bifurcándose en castas religiosas y castas laicas, abarcando, de esta forma, todo el espectro social: los sacerdotes y los alquimistas, los ‘ulama y los científicos, los rabinos y los chamanes. Y todos ellos se han agrupado, finalmente, en la “akademia” –una institución virtual, pero efectiva, que controla todo el conocimiento.

 

Estas elites han sido las encargadas de convencer a sus sociedades de la urgencia de unificar titulaciones, de aprender a investigar siguiendo el “método científico” de las universidades occidentales, de la conveniencia de separar la parte religiosa de la parte social, de aceptar que el progreso tecnológico viene de Allah y de que, ante todo, el pasado es historia –sublime, por cierto– y el futuro lo dirige américa. Todo lo demás son historias de los antiguos que sólo son aceptables dentro de las iglesias, de los templos, de las sinagogas y de las mezquitas.

 

De esta forma se ha privado a todos los pueblos de su identidad. Seremos, existiremos, en tanto que nos aproximemos a la luz de occidente. La identidad de todas las naciones estará ligada a la opinión que de ellas tenga europa y américa.

 

Pero esta aproximación es siempre periférica. Occidente puede perdonar, transigir, tolerar, pero nunca permitirá que ese enjambre de abejas, el resto de “naciones libres”, que revolotean alrededor del panal puedan alimentarse de él.

 

Muchos son los que piensan que occidente es un concepto geográfico, pero en absoluto lo es. Muy al contrario, es algo que tiene que ver con ese intento milenario de los judíos de acabar con la autoridad, de rebelarse una y otra vez contra ella, contra todas sus manifestaciones. En torno al rico panal, como en el caso del planeta Saturno, hay un primer anillo que recibe la miel que rebosa de los depósitos. Este anillo lo forman los 8 países más “avanzados” económica y tecnológicamente del mundo, pero sólo tres de ellos tienen derecho a veto, tienen derecho a vetar, a anular las decisiones que tome el resto de los miembros de la ONU, la institución en la que los judíos han vertido todo su cinismo. Y a pesar de tan humillante esquema de poder que ha establecido occidente, el triunvirato, todas las abejas lo aceptan, y las que más trabajan para llenar de miel el panal del que comerán los 8, son las abejas musulmanas. La ecuación, por lo tanto, no puede estar más desequilibrada:

 

Los encubridores son aliados unos de otros. Si los que creen no hacen lo mismo, habrá conflicto en la tierra y una gran corrupción.

Qur’an 8:73

 

En algún lugar del “pueblo global”, cada día se celebra al menos un encuentro interreligioso. Se trata de trabajar para que el gran sueño judío –la construcción de una religión laica que unifique y disuelva a todas las demás– se pueda hacer realidad. Pero los sueños judíos son siempre momentáneos, efímeros. Una vez que establecen un orden mundial, empiezan a trabajar para derribarlo.

 

La educación de la fitra está basada en dos postulados: existe otra vida después de la muerte, y un juicio que decidirá nuestro destino post-mortem –el Paraíso o el fuego; y por otra parte, existe la vida de este mundo, que no es un juego, un absurdo o un capricho. Cada acto que realicemos aquí será pesado en el Más Allá. Y esta es la dialéctica en la que se mueve el creyente: no desprecia o minusvalora esta vida, pero tampoco permite que le seduzca y le haga olvidar la Otra. Esta es la buena tensión –casi paradójica– que mantiene en perpetuo iÿtihad a todo aquel que ha entrado a militar en el partido de Allah.

 

La educación cultural, en cambio, afirma que no hay otra vida después de la muerte y que, por lo tanto, debemos construir el paraíso en este mundo; para ello, tendremos que eliminar cualquier tipo de autoridad, especialmente la divina, cualquier tipo de restricciones, de prohibiciones, de cortapisas a nuestros deseos. Sin embargo, al comprobar una y otra vez la incompatibilidad intrínseca entre este mundo y los jardines de adn,  surge el resentimiento: la cultura humilla al hombre, le hace vestirse como un payaso, cometer adulterio, drogarse, prostituirse… es la venganza del judío que ve malogrado, una y otra vez, su paraíso terrenal.

Generaciones y generaciones han sido educadas en la cultura, en el laicismo, en el ateísmo. Y de esa educación ha surgido la insatisfacción y la rebeldía.

 

Las castas sacerdotales, las elites religiosas y laicas, no están dispuestas a ceder, a permitir que las sociedades se originen a partir de la fitra, del iÿtihad, pues ello daría al traste con su montaje divino. La fitra actúa como una luz, como la consciencia que ilumina todo cuanto se acerca a ella, mostrando su realidad; y la realidad de estas castas sacerdotales, de estas elites akadémicas, es la mediocridad; y el único deseo que albergan sus corazones es el de ser adorados. Han vendido los signos de Allah a bajo precio, por una entrevista en algún canal europeo vía satélite, por una conferencia en alguna “prestigiosa” universidad occidental, por ver sus libros publicados en las editoriales de la akademia… y al final les dan una banana y una palmadita en la espalda; la muerte acaba de llamar a su puerta.

 

Y dirá el Shaytan cuando el asunto esté ya decidido: Allah os hizo la promesa verdadera mientras que yo os defraude en lo que os había prometido. No tenía sobre vosotros ninguna autoridad excepto que os llamé y me respondisteis; así pues no me culpéis a mí sino a vosotros mismos. Yo no os puedo salvar ni vosotros me podéis salvar a mí. Nunca acepté que me asociarais (que me consideraseis igual a Allah). Ciertamente, los injustos tendrán un castigo doloroso.

 Qur’an 14:22

 

Han abandonado los mercados y se han atrincherado en sus atalayas, en sus mezquitas y madrasas, ahora convertidas en universidades con programas convalidados. La gente no tiene modelos de conducta, no sabe qué significan en la realidad de cada día sus “sermones” del viernes. Cuando se acaba la “ceremonia”, se van en coches lujosos con chófer o en taxi, pues su elevada posición no les permite ir en autobús.

 

Los guardianes de la fitra han abierto sus puertas de par en par y ha entrado, como un viento frenético, la cultura, el sistema judeo-occidental de dominación. Y este sistema, esta cultura, está en todas partes, en todas las ciudades, en todos los bosques, en todos los mares, en cada casa, en cada prisión, en cada teatro… Pero aún queda un reducto donde poder escapar a la radioactividad; un lugar que han rodeado con sus ejércitos, con sus asesores militares, con sus armas; una fortaleza donde había 60 hombres cubriendo los agujeros que habían abierto los centinelas en los muros de la fitra para que entrasen sus amos y asesinasen a sus hermanos, y ya hay otros 60 hombres apostados allí donde cayeron los anteriores, y habrá 60 más y más, pues la fitra es el patrón sobre el cual Allah el Altísimo ha creado este universo y nunca podrá ser destruida.

 

Por ello, si seguimos enviando a nuestros hijos a sus escuelas, a sus universidades; si seguimos viendo sus películas; si seguimos comiendo en sus restaurantes y tomando refrigerios en sus cafeterías; si seguimos comprando en sus grandes superficies de venta; si seguimos yendo a sus hospitales y a sus clínicas, y a sus médicos; si seguimos viviendo verticalmente en sus apartamentos; si seguimos alimentando y engordando sus bancos; si seguimos votando para tener “peso” en sus parlamentos; si seguimos prefiriendo el inglés al árabe y la música al estudio… entonces tendrá que seguir explotando, una y otra vez, la mezquita al-Iman, tendrán que seguir muriendo 60 y 60 y 60 hombres, ya que no habrá en la tierra nadie más que intente equilibrar, con su sangre, la balanza del bien y del mal, de la rectitud y de la corrupción.