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Oralmente, en la propia memoria.
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En forma escrita, en hojas sueltas o en un libro.
En
las obras clásicas se utiliza con diversos sentidos:
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Aprender el Corán de memoria (con el corazón).
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Poner por escrito cada revelación.
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Reunir los distintos materiales sobre los que se había escrito el Corán.
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Reunir lo que había sido memorizado.
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Reunir todo tipo de fuentes, tanto orales como escritas.
Se
afirma en el Itqân[1]
que el Corán había sido puesto enteramente por escrito en vida del Profeta
(s.a.s.), pero no estaba reunido en un solo lugar, por lo que esos registros
escritos o documentos no habían sido ordenados. Lo cuál no significa que la
ordenación de las sûrat no hubiese sido fijada por Muhammad y
preservada por la transmisión oral.
En
lo referente al texto escrito se pueden distinguir tres fases:
1.
En vida de Rasulullâh:
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En el corazón de los musulmanes (hifz).
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Escrito sobre distintos materiales.
2.
En tiempos de Abû Bakr.
3.
En tiempos de ‘Uzmân.
Existen
varias razones para que el Corán no fuese reunido en un libro en tiempos del
Profeta (s.a.s.):
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La revelación no llegó de una vez, sino de forma intermitente hasta la
muerte de Muhammad (s.a.s.).
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Algunas ayât fueron abrogadas en el curso de la revelación, por lo que
era necesario mantener la flexibilidad.
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Las ayât y las sûrât no fueron reveladas en un orden definitivo, sino
que fueron ordenadas posteriormente.
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Muhammad vivió sólo nueve días tras la última revelación.
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No había discordancias acerca del Corán en vida del Profeta (s.a.s.),
como ocurriría después, cuando su autoridad definitiva ya no estaba presente.
La
escritura no estaba extendida en la Arabia del Profeta (s.a.s.), pero había
algunas personas que sabían escribir, como Waraqa (primo de ‘Aisha), que se
había hecho cristiano antes de la llegada del Islam “...y
solía escribir en árabe y escribió de los Evangelios en árabe tanto como Allâh
quiso que escribiera” (Bujârî). El propio Profeta (s.a.s.) animaba
constantemente a los musulmanes a que aprendiesen a leer. Se ha contado que
algunos de los Quraish que fueron hechos prisioneros en la batalla de Badr,
recuperaron su libertad tras haber enseñado a escribir a algunos musulmanes.
Independientemente
de la cuestión de si Muhammad sabía escribir o no; ha habido unanimidad
entre los ‘Ulamâ’ en afirmar que Él no escribió el Corán: “Tú no recitaste ningún libro antes de él, ni escribiste ninguno con
tu mano derecha; en ese caso los mentirosos habrían dudado.” (al-‘Ankabut,
La Araña, 29:49).
El
Corán escrito en vida del Profeta (s.a.s.)
No hay duda de que el Corán no sólo fue transmitido oralmente por
muchos musulmanes que habían memorizado parte de él, sino que también fue
puesto por escrito en vida del Profeta (s.a.s.). El conocido relato sobre la
entrada en el Islam de ‘Umar nos muestra que ya desde los principios de la revelación,
en Meca, se habían puesto por escrito largos pasajes coránicos, mucho antes de
la Hiÿra, cuando Muhammad (s.a.s.) vivía aún en casa de Arqam.
‘Umar
había dispuesto la muerte de Muhammad (s.a.s.) cuando alguien le informó
que el Islam se había extendido en su propia familia, haciéndole la observación
de que su cuñado, su sobrino y su hermana se habían reconocido como
musulmanes. ‘Umar se dirigió a la casa de su hermana que se encontraba con su
marido y otro musulmán. Se inició una disputa y ‘Umar atacó violentamente a
su cuñado y a su propia hermana, tras lo cual le dijeron:
-Sí;
somos musulmanes y creemos en Allâh y en su Enviado, y puedes hacer lo que
quieras-. Cuando ‘Umar vio que su hermana sangraba, pidió perdón por lo que
había hecho, tras lo cual, volviéndose hacia su hermana le preguntó:-dame
esos escritos que te he escuchado leer, quiero conocer lo que ha traído Muhammad.
Su hermana le dijo que tenía miedo de confiárselos. –No temas, juro que te
los devolveré cuando los haya leído- Estas palabras le abrieron la esperanza
de que su hermano se abriese al Islam y le dijo: -Hermano, estás en estado de
naÿasa
(impureza)
a causa de tu politeísmo sólo puedes tocarlos si estás en estado de
tahara-. Entonces ‘Umar, salió e hizo las abluciones, entonces su
hermana le entregó la página en la que estaba
el
capítulo del Corán que tiene por título
Tahâ y cuando leyó el
principio exclamó:- ¡Qué sutil y noble discurso!...
(Ibn Hishâm).
Pero el Corán no sólo era puesto por escrito por aquellos Sahâba que
lo hacían por iniciativa propia. De hecho, el Profeta (s.a.s.), cuando le
llegaba la revelación, llamaba a un escriba y se la dictaba. En Medina disponía
de varios escribas, entre los cuales destacaba Çaid bin Zâbit. También se ha
contado que este material escrito estaba guardado en la casa del Profeta
(s.a.s.).
Otra referencia a la existencia del Corán como documento escrito en vida
del Profeta (s.a.s.) las encontramos en el siguiente hadîz:
De
Ibn ‘Umar:... Rasulullâh (s.a.s.) dijo: “No lleves contigo el Corán en
un viaje, temo que caiga en manos del enemigo”.(Bujârî y Muslim)
La presunción de que se refiere a un documento escrito, se basa en Ayyûb,
uno de los narradores en la cadena de transmisión de este hadîz y que
dice: “El enemigo puede encontrártelo y enfrentarse a ti por su causa”.
Además, en el encabezamiento que Bujârî pone a
esta sección (encabezamientos que normalmente contienen información adicional)
explica: Ibn ‘Umar dijo: “No hay duda
de que el Profeta (s.a.s) y los Sahâba viajaban por el territorio de sus
enemigos y estos ya conocían el Corán (es decir, que sabían que el Corán era
llevado –como texto escrito- por los musulmanes)”
Durante su última peregrinación, en el sermón que dirigió a un
nutrido grupo de musulmanes, el Profeta (s.a.s.) dijo: “Os
he dejado algo que, si lo retenéis con presteza estaréis libres del error: una
guía clara, el libro de Allâh y la práctica de su Enviado... (Ibn Hishâm).
Este anuncio implica que el Corán ya estaba disponible en forma de texto antes
de su muerte, de lo contrario no se hubiese expresado en esos términos.
De otras muchas noticias podemos concluir asimismo, que el Profeta
(s.a.s.) puso personalmente buen cuidado en la organización de la revelación
cuando se ponía por escrito. Asimismo otros hadices citan diversas surât por
su nombre o por su comienzo:
Contaba
Abû Huraira: El Profeta solía recitar en el Faÿr del ÿumu‘a: Alif Lam Mim,
Tançïl (al-Saÿda,32), y Hal-atâ ‘ala l-Insâni (ad-Dahr,76).
Dijo Abû Huraira: Rasulullâh
recitaba en las dos raka’as del Magrib: Qul ya-yuhâ l-kafirûn (al-Kafirûn)
y Qul Hwa Allâhu ahad (al-Ijlâs,112). (Bujârî).
Existen por lo tanto una serie de argumentos que aseguran la compilación
escrita de la revelación en vida del Profeta (s.a.s.):
1.
Solía ser escrita ya desde los primeros días del Nuçûl.
2.
En Medina, el Profeta (s.a.s.) disponía de varias personas que iban
poniendo por escrito la revelación cuando ésta se producía.
3.
Muhammad (s.a.s.) instruía personalmente a sus escribas acerca
del orden en que debían ser puestas las distintas ayas.
4.
Este orden era conocido por los musulmanes observado estrictamente.
5.
Ÿibrïl repasaba la revelación con Muhammad todos los años en
Ramadán, y dos veces el último año de su vida.
6.
Existen numerosos hadices sobre la existencia de Corán escrito, en forma
de libro o partes del mismo en tiempos del Profeta (s.a.s.).
Por lo tanto Rasulullâh (s.a.s.) legó a los musulmanes la
revelación en dos formas, oral y escrita, además de su orden, que quedó
fijado asimismo, parcialmente en su forma escrita y totalmente en la memoria de
los musulmanes.
Cuando Abû Bakr as-Siddiq ordenó
reescribir todo el material disperso en distintos soporte fragmentarios, los
encontró todos en casa del Profeta (s.a.s.), apilándolos y atándolos con una
cadena para que ninguno se perdiera. (Itqân).
Resulta obvio que la historia del texto coránico no puede ser comparada con la de otras Escrituras. Mientras que, por ejemplo, los libros del Antiguo y Nuevo Testamento fueron escritos, editados y compilados a través de largos periodos, en algunos casos de siglos, el texto coránico, una vez cesada la revelación, ha permanecido inalterado hasta hoy.