El Cairo y Jerusalén

 

Gilad Atzmon

http://www.gilad.co.uk


 

Traducido para Rebelión por LB


 

 

"Fue la fuerza moral de la no violencia", declaró el presidente Obama en su primer comentario sobre la revolución de Egipto. Sin embargo, sigue sin estar muy claro quién ha sido el Mandela, el Gandhi o el Martin Luther King egipcio. Supongo que en El Cairo ha sido el propio pueblo, que pacíficamente ha transformado su propia realidad.

Jerusalén(1), los sionistas y algunos elementos dentro de la izquierda se han pasado décadas demonizando a los árabes, a los musulmanes y al Islam. Sin embargo el pueblo de Egipto acaba de demostrar cuán comedido y amante de la paz es realmente el Islam.

A diferencia de algunas de nuestras sanguinarias revoluciones occidentales, en El Cairo millones de musulmanes esperaron durante 18 días a que su tirano interiorizara el mensaje. Día tras día permanecieron en las calles haciendo gala de paciencia y determinación; cinco veces al día unieron sus plegarias en masivas oraciones colectivas para solicitar que la bondad prevaleciera. Nos recordaron a todos que Islam procede de la palabra Salaam. Todo el Islam es una cuestión de paz. El Islam es intrínsecamente no violento.

Las masas egipcias fueron sin duda los mejores embajadores posibles de Islam y Salaam. En poco más de dos semanas han logrado neutralizar la fobia contra el Islam azuzada por el sionismo. En tan poco tiempo han logrado sembrar las semillas de la esperanza en nuestros corazones. De hecho nos han recordado a todos qué significan en realidad democracia y “voluntad de libertad".

Egipto, el país árabe más grande y más influyente, inició ayer su marcha hacia la democracia. Como sabemos, en el mundo árabe democracia significa Islam. Esta semana los occidentales han tenido la oportunidad de descubrir esta fe armoniosa y pacífica. En los últimos días muchos estadounidenses y europeos se han recuperado milagrosamente del virus islamófobo inoculado por el sionismo. Comienza a retroceder el miedo al Islam y a los musulmanes. Muchos de nosotros damos la bienvenida a los egipcios y a su elección verdadera y natural: el Islam, Salaam y la Hermandad Musulmana.

Hace dos días James Clapper, el Director de Inteligencia Nacional de los EEUU, fue lo suficientemente valiente como para admitir que la Hermandad Musulmana de Egipto es "un grupo muy heterogéneo, han perseguido fines sociales, han tratado de mejorar el orden político en Egipto, etc. (...) No hay una agenda global, en particular para fomentar la violencia, al menos a nivel internacional". En caso de que alguien no alcance a captar el mensaje escondido entre líneas, los EEUU se acaban de comprar seis meses para corregir su desastrada política exterior sionizada. Estados Unidos dispone de muy poco tiempo para comprarse nuevos aliados en la región. Para Estados Unidos y Occidente se trata de una cuestión de vida o muerte.

En los próximos meses nuestros dirigentes occidentales tendrán que adaptarse a la nueva realidad. Calculo que, pese a sus partidarios del lobby judío, tendrán que darse mucha prisa en confesar abiertamente el poder y la belleza del Islam. Tendrán que aplacar a mil millones de musulmanes. Y deberán hacerlo rápidamente.

En los próximos días Israel tendrá que hacer frente a su propia condenada realidad. Está a punto de ser rechazado. El Estado judío es sin duda una entidad peligrosa, sólo podemos rezar para que en su caída no reduzca nuestro planeta a cenizas. Para aquellos que todavía no se han enterado, Israel ha acumulado suficiente poder destructivo para hacerlo. Por otra parte, esa opción está inscrita en la narrativa cultural suicida israelí. Supongo que la historia del asesino de masas bíblico Sansón y de la historia de Masada son sólo dos ejemplos.

Será mejor que admitamos que, a diferencia de El Cairo, Jerusalén es inherentemente violenta y letal. La situación es ciertamente volátil. El mayor desafío para los líderes del mundo de hoy es desmantelar pacíficamente el Estado judío sin permitirle que celebre sus síntomas mortales.

Nota:

(1) La palabra “Jerusalén”, tal como la emplea Atzmon en este artículo, no denota Al-Quds, la capital histórica de Palestina en la que actualmente conviven israelíes y palestinos. Según explica el propio autor, “Básicamente este título es una reflexión ampliada sobre la antigua comparación entre Atenas y Jerusalén. Los primeros románticos la desarrollaron y pensaron que era clara. En este contexto [la palabra] Jerusalén es un símbolo del poder judío”.

Fuente: http://www.gilad.co.uk/writings/gilad-atzmon-cairo-jerusalem.html?printerFriendly=true