CAPÍTULO
2: LA VACA
SÛRAT
AL-BÁQARA
Revelada en Medina, 286 versículos
17.
mázaluhum ka-mázali l-ladzî stáuqada
nâran fa-lammâ: adâ:at mâ jáulah*
Se
asemejan al que enciende un fuego. Cuando alumbra lo que le rodea,
dzáhaba
llâhu bi-nûrihim wa tárakahum fî zulumâtin lâ yubsirûn*
Allah
les arrebata la luz, y los deja en tinieblas, y no ven.
18.
súmmun búkmun ‘úmyun fa-hum
lâ yarÿi‘ûn*
Sordos,
mudos, ciegos, no regresan (sobre sus pasos).
19.
au ka-sáyyibin min as-samâ:i fîhi
zulumâtun wa rá‘dun wa barq*
O
como una nube borrascosa del cielo en la que hay tinieblas, truenos y relámpagos:
yaÿ‘alûna
asâbi‘ahum fî: â:dzânihim min as-sawâ‘iqi hádzara
l-máut*
se
ponen los dedos en los oídos contra los rayos por temor a la muerte.
wa
llâhu muhîtun bil-kâfirîn*
Allah
cerca a los kâfirîn.
20.
yakâdu l-bárqu yájtafu absârahum*
A
punto está el relámpago de robarles los ojos.
kullamâ:
adâ:a láhum mashau fîh*
Cada
vez que alumbra para ellos, caminan a su luz;
wa
idzâ: ázlama ‘aláihim qâmû*
pero
cuando oscurece, se detienen.
wa
lau shâ:a llâhu la-dzáhaba bi-sám‘ihim wa absârihim*
Si
Allah quisiera, les arrebataría el oído y los ojos.
ínna
llâha ‘alà kúlli shái:in qadîr*
Allah
es, en todas las cosas, Determinante.
Esta es la segunda
parte con la que concluye la descripción de los munâfiqîn,
los hipócritas. Es fácil observar
que el espacio reservado a retratar este tercer modelo de comportamiento ante
la revelación es mucho más amplio y detallado que el dedicado a perfilar la
imagen de los dos primeros, el de los mûminîn-muttaqîn,
y el de los kâfirîn. Y es porque
esos dos primeros paradigmas que el Corán presenta son extremos opuestos y
claros en sí, transparentes. Son posicionamientos definitivos, de aceptación
o rechazo, pero sin titubeos ni condescendencias. La primera imagen era la del
‘yo’ puro y recto en su orientación hacia Allah, y la segunda era la del
‘ego’ imperante y sombrío, seguro y resuelto en la dirección contraria a
la del arquetipo anterior. Pero el tercer modelo es el que corresponde a una
personalidad enferma y retorcida, inestable, múltiple y ambigua. Su definición
necesita más pinceladas para que resulte un retrato completo.
La extensión que el
Corán dedica a este tema sugiere también la importancia del papel que
desempeñaron los munâfiqîn en la comunidad de Medina. Hicieron mucho daño
y crearon momentos de gran tensión y conflicto. La relevancia dada a la
cuestión advierte acerca de las acechanzas de los hipócritas dentro del
Islam. Tenerlo en cuenta es de vital importancia así como estar alerta para
evitar el triunfo de sus maquinaciones y subterfugios.
En el presente pasaje
el Corán sigue aclarando con imágenes poderosas el conflicto interior en el
que vive el munâfiq, un conflicto que transmite hacia afuera e impregna su
acción exterior.
mázaluhum ka-mázali l-ladzî stáuqada nâran fa-lammâ: adâ:at
mâ jáulah* dzáhaba llâhu bi-nûrihim wa tárakahum fî zulumâtin lâ
yubsirûn,
Se asemejan al que enciende un fuego. Cuando alumbra lo que le rodea,
Allah les arrebata la luz, y los deja en tinieblas, y no ven. El Corán
ofrece aquí un símil (mázal, ejemplo, parábola):
los munâfiqîn se asemejan al que ha encendido (istáuqada-yastáuqid, encender)
un fuego (nâr), es decir,
se han acercado o han tropezado con el Islam, y por lo que sea han entrado en
él, lo han abrazado, o bien han nacido en su seno. Han podido oir sus
palabras y han visto sus signos..., y el Islam ha alumbrado (adâa-yudî,
alumbrar) las cosas a su alrededor,
les ha mostrado otra manera de percibir la existencia, les ha enseñado cuál
es la senda y el método. Sin embargo, han preferido no ver ni escuchar, han
preferido ser sordos y ciegos ante esa luz, han dado en ellos más fuerza a
sus inclinaciones y arrogancias, han dejado prevalecer el imperio de su egoísmo.
De nada les ha servido que la luz resplandeciera ante ellos. Entonces, Allah
los ha cegado definitivamente, les ha arrebatado (dzáhaba-yádzhab, irse,
llevarse, arrebatar) esa luz (nûr), les ha quitado esa luz que no han apreciado en su justo
valor, y Allah los ha dejado (táraka-yátruk,
dejar, abandonar) en tinieblas
(zulumât, plural de zulma,
tiniebla, oscuridad), en el vacío de la ausencia de la Rahma,
la Misericordia Creadora, y en esa oscuridad ya no ven (ábsara-yubsir,
ver) nada ni tienen oriente sino
frustración y dolor en un laberinto infinito y terrorífico.
Siendo los oídos, la
lengua y los ojos instrumentos para captar los ecos y los brillos para
aprovecharlos como senda y como luz, los munâfiqîn han inutilizado sus oídos
por lo que son sordos (summ,
plural de asamm, sordo),
han atrofiado sus lenguas por lo que son mudos
(bukm, plural de ábkam, mudo)
y han abolido sus ojos por lo que son ciegos
(‘umy, plural de a‘mà,
ciego), y ya no pueden dar marcha
atrás ni regresar sobre sus pasos (ráÿa‘a-yárÿi‘,
volver, regresar) y redescubrir la Verdad que han dejado atrás, ya
no pueden retomar la senda ni nada queda que les pueda sevir de criterio y
guiar. Por eso, la aya siguiente concluye esta cuestión diciendo: súmmun
búkmun ‘úmyun fa-hum lâ yarÿi‘ûn, sordos,
mudos, ciegos, no regresan (sobre sus pasos). Están definitivamente
encerrados en su propio círculo.
A continuación, otro
mázal o símil
añade intensidad a la imagen de la turbulencia
que se agita en el interior del munâfiq. Su personalidad es una componenda de
perplejidad, indecisión y miedo: au
ka-sáyyibin min as-samâ:i fîhi zulumâtun wa rá‘dun wa
barq, o como una nube borrascosa del cielo en la que hay tinieblas, truenos y
relámpagos. Sus corazones, retratados por el Corán, ofrecen un espectáculo
sorprendente, rebosante de movimiento y violencia. El texto nos habla de
desconcierto y desorientación, terror en lo más íntimo, indecisión causada
por el espanto, y a la vez hay luces fulminantes y ecos estruendosos. El Corán
nos describe que por el horizonte del munâfiq es como si apareciera una nube
borrascosa (sáyyib) en el cielo
(samâ), llena de presagios y
cargada de agua que cae con violencia a torrentes en medio de tinieblas
amenazantes (zulumât,
plural de zulma) entre el
estrépito de truenos (ra‘d) y el estallido de relámpagos
(barq).
Ante esa furia
desatada, el terror los embarga y se apodera de ellos: yaÿ‘alûna
asâbi‘ahum fî: â:dzânihim min as-sawâ‘iqi hádzara
l-máut, se ponen los dedos en los oídos
contra los rayos por temor a la muerte. Quieren exhorcizar el miedo que
les causa la violencia del cielo de un modo ridículo: se colocan (ÿá‘ala-yáÿ‘al,
colocar, poner) los dedos
(asâbi‘, plural de ísba‘,
dedo) en las orejas (âdzân,
plural de údzun, oreja, oído),
como si tapándoselas pudieran conjurar una amenaza de muerte (máut) anunciada
por la vehemencia de los rayos (sawâ‘iq,
plural de sâ‘iqa, rayo).
Los hipócritas, en
medio de esa tempestad, se sienten acorralados: wa
llâhu muhîtun bil-kâfirîn, Allah
cerca a los kâfirîn. La revelación es esa furia desatada. El Corán, ya
lo hemos señalado, es Indzâr, una
advertencia. Se trata de una irrupción que hace estallar todas las
cosas para hacerlas despertar: ésta es la clave del lenguaje lleno de fuerza
del Corán. No hace concesiones: es como una tormenta que aparece en el cielo,
y viene acompañado de tinieblas terroríficas, truenos y relámpagos que
anuncian el amanecer de otra vida. El Corán nos enseña que Allah es Muhît, el que
abarca todas las cosas: recoge en su seno a los mûminîn, pero ese mismo
seno de Rahma es vivido por los kâfirîn y los munâfiqîn como un
cerco y una amenaza porque el miedo forma parte de sus naturalezas, y ante
Allah, ante el peligro que creen que representa para ellos -para sus egos en
los que se complacen-, se tapan los oídos y no miran para evitar la muerte de
sus dependencias en el despertar de la Verdad.
La fuerza de la
revelación es tal que los podría transformar: yakâdu
l-bárqu yájtafu absârahum, a
punto está el relámpago de robarles los ojos. La luz de Allah es tan
intensa que está a punto (kâda-yakâd, estar a punto de)
robarles (játifa-yájtaf,
robar con un movimiento rápido, secuestrar) los ojos
(absâr, plural de básar,
ojo, vista, visión). Pero eso es lo
que ellos temen. No desean desapegarse del mundo que los hipnotiza. Tienen
miedo al influjo de la revelación que los transportaría a otro universo, al mundo
de Allah, a al-Âjira. Es el terror a eso lo que les hace retroceder y
protegerse. Pero su retroceso significa en el fondo un hundirse absoluto en
sus propias tineiblas y terrores.
Lo que diferencia a
los munâfiqîn de los kâfirîn es que mientras los segundos lo rechazan de
plano los primeros intentan aprovechar lo bueno que pueda ofrecerles: kullamâ:
adâ:a láhum mashau fîh, cada
vez que alumbra para ellos, caminan a su luz. Esto puede entenderse a
nivel espiritual, pero también a nivel material. Para ello debemos
imaginarnos la triunfante comunidad musulmana de Medina: interesaba adherirse
a ella y aprovechar sus victorias y logros materiales. El Islam resplandecía
alumbrando (adâa-yudî,
alumbrar) magníficas oportunidades:
en esa luz les gustaba caminar (mashà-yamshî). Sin embargo wa idzâ:
ázlama ‘aláihim qâmû, pero
cuando oscurece, se detienen, es decir, cuando esa luz era oscura (ázlama-yúzlim, oscurecerse)
para ellos, cuando venían las exigencias y la seriedad, ellos se detenían (qâma-yaqûm, pararse, detenerse,
quedarse de pie parado) y no querían seguir por ese camino de severidad.
No obstante, lo pruncipal que esta aya quiere sugerir es su indecisión, sus
titubeos, su carencia de fuerza y resolución.
Para terminar, este
pasaje retoma el tema de la fuerza de la revelación: wa
lau shâ:a llâhu la-dzáhaba bi-sám‘ihim wa absârihim, si Allah quisiera, les arrebataría el oído y los ojos. Sería fácil
para Allah destruir las vidas (los egos) de los hombres, porque Él es el
Poderoso, el Fuerte. Si Él quisiera (shâa-yashâ,
querer), les arrebataría lo que más aprecian: el oído
(sam‘) y los ojos (absâr,
plural de básar). Todo
queda así reducido al Querer que rige los destinos en el secreto de su
Ciencia y su Voluntad: ínna llâha
‘alà kúlli shái:in qadîr, Allah
es, en todas las cosas, Determinante. Todo queda así referido a la Qudra,
el Poder Determinante de las
realidades tal como son y que es un misterio insondable que pertenece al Gáib,
al universo espiritual al que no tienen acceso las limitaciones
humanas. Cualquier pregunta acerca de por qué las cosas (shai) son como son
es remitida por el Corán a una certeza esencial segun la cual Allah es Qadîr,
el Determinante, y es lo que su Querer dicta que sea. Y ante esta
verdad absoluta y tremenda sólo cabe una actitud: el Islâm, la rendición
incondicionada, la inmersión en el Ser, aquello a lo que tienen pavor los
kâfirîn y los munâfiqîn.
Lo que caracteriza a
este pasaje es la sensación de movimiento que transmite. Más que de
movimiento, está impregnado de agitación e inquietud. La tormenta que
descarga con ímpetu su lluvia; las tinieblas amenazantes, los truenos y los
relámpagos; los hombres desasosegados en medio de ese desgarro de la
naturaleza; los pasos indecisos y tímidos por el espanto y que al final se
detienen por temor a la muerte;... todo ello se conjuga para describir el
conflicto interno del munâfiq, las verdades soterradas que le llevan a
comportarse como lo hace. Es otra forma de ver lo ya dicho en el pasaje
anterior: su enfermedad, cómo aumenta, sus encuentros con los mûminîn, sus
reuniones secretas con sus demonios, sus embustes, sus claroscuros. Con los símiles
anteriores, el Corán cierra el tema ofreciendo imágenes fácilmente
representables que ayudan a la imaginación a reflexionar sobre el tema.