AL-‘AQÎDA
AL-WÂSITÍA
Exposición
de los Fundamentos del Islam
de
Ibn Taimía
SEXTA
PARTE
Apéndices
73- APÉNDICE: Incluido en lo que hemos mencionado está el Îmân en
Allah según Allah ha informado en su Libro, de acuerdo a lo autentificado de
la Tradición de su Mensajero y en conformidad con lo consensuado por las
Primeras Generaciones de la Nación, según lo cual Allah está por encima de
sus cielos sobre su Trono al margen de su creación, y Él está con sus
criaturas donde se encuentren y sabe lo que hacen, estando esto reunido en las
palabras (del Corán): “Él es quien ha creado los cielos y la tierra en
seis días, y luego se estableció sobre el Trono. Sabe lo que penetra en la
tierra y lo que sale de ella, lo que baja del cielo y lo que se alza por él.
Está con vosotros donde estéis y ve vuestras acciones”.
Ibn Taimía resume así uno de los fundamentos de las ‘Aqîda sobre el que están de acuerdo el Corán, la Sunna y los
primeros musulmanes (el Sálaf o
conjunto de las tres primeras generaciones, de las que dijo el Profeta: “El
mejor de los siglos es el mío, después el que le sigue, después el que le
sigue”, sobreentendiéndose que le término ‘siglo’ se refiere a
‘generación’): que Allah es trascendente, remoto e inconfundible con su
creación, estando a la vez presente ante cada criatura, sabiendo cuanto
sucede...
74- Las palabras (del Corán): “Está con vosotros”, no quieren
decir que esté mezclado con las criaturas, porque la lengua árabe no exige
que ese sea su significado: la luna es uno de los signos más pequeños de
Allah, está en el cielo, y ‘acompaña’ y ‘está con’ el viajero y con
el que no es viajero, estén donde estén.
Se trata en este caso de una explicación sencilla para comprender lo
que significa que Allah esté con nosotros. Es como la luna que, a pesar de su
pequeñez y de estar en el cielo, está con todos, ¿cómo entonces no habría
de entenderse esa expresión en el caso de Allah, cuya inmensidad hace de Él
algo a la vez remoto y próximo? En el fondo, con esto Ibn Taimía condena
toda doctrina encarnacionista así como el panteísmo. En el Islam se rechazan
el Hulûl, decir que Allah
ha encarnado en algo o alguien, y el Ittihâd,
afirmar que el hombre puede ‘unirse’
a Dios: por siempre, Él está infinitamente lejos... El ser humano es ser
humano siempre, y toda pretensión de estar por encima de ello es una
alucinación del ego. El camino hay que encontrarlo en la lucidez que está en
distinguir entre las realidades.
75- Él está sobre su Trono, y vigila a su creación, dominando a
todas las criaturas, estando asomado a todos los seres,... y todo lo que
significa su Señorío Absoluto. Y estas expresiones mencionadas por Allah en
el Corán (que Él está sobre el Trono y que está con nosotros) son una
verdad en su esencia y no necesitan ser tergiversadas. Pero hay que atender a
las inteligencias débiles que son asaltadas por sospechas falsas, como
suponer que la frase ‘está en el cielo’ significa que el cielo es un
espacio que contenga a Allah: esto es erróneo según el consenso de la gente
de ciencia y espiritualidad, pues es sabido que el Trono de Allah abarca los
cielos y la tierra, y que Él sostiene los cielos y la tierra y evita que
desaparezcan, que Él evita que el cielo caiga sobre la tierra -salvo que Él
lo autorice-, y uno de sus signos es que el cielo y la tierra sólo existen
como resultado de su orden.
Ibn Taimía nos dice que las expresiones coránicas son claras y
contundentes y no necesitan de interpretaciones ni explicaciones, más que
cuando se tema que alguien no las entienda. Sólo son malinterpretables cuando
algo perturba al entendimiento claro. Se puede acudir entonces a otras
expresiones legítimas cuya
literalidad misma impiden una interpretación ingenua del significado de las
expresiones ‘Allah está en el cielo’, ‘está sobre el Trono’ o ‘está
con nosotros’. Está claro que lo que molestaba a Ibn Taimía eran las teorías
rebuscadas de los filósofos o los expertos en retórica. Es suficiente el Corán
y la Sunna, y ante un problema, las mismas fuentes lo solucionan con un
discurso sencillo, apto para cualquiera. El elitismo y el intelectualismo de
los grandes sistemas le resultaban poco adecuados a la sencillez del Islam.
76- APÉNDICE: En todo lo anterior cabe también el Îmân en que Allah
es Cercano y responde al ser humano, tal como Allah ha juntado en sus palabras
(dichas en el Corán): “Y cuando mis siervos te pregunten por mí, diles que
estoy cerca y respondo a quien me invoca”, así como en las palabras del
Profeta (s.a.s.): “Aquél a quien invocáis está más cerca de vosotros que
el cuello de vuestra cabalgadura”. Y lo que el Libro y la Sunna mencionan
acerca de su proximidad y compañía no está en contradicción con lo también
mencionado sobre su trascendencia y altura, pues ‘nada hay que se le
asemeje’ en ninguno de sus Atributos: Él es remoto en su cercanía, próximo
en su lejanía.
El carácter remoto de Allah, su Unidad excluyente, su inaccesibilidad
al entendimiento, su nebulosa impenetrable, su grandeza infinita, su absoluta
disimilitud que lo hace del todo incomprensible, en definitiva, su lejanía (bu‘d)... todo
es compensado por su cercanía (qurb).
Su Poder, su Ciencia, su Generosidad, todo ello está cerca de cada ser: son
sus Atributos Presentes, que dan hechura a la vida y esperanza al corazón. El
musulmán sabe que su Señor es Inmenso, que la Verdad que lo articula es
Infinita, y a la vez es Inmediata a él. Sabe de Allah y vive en Él. Estas
son las claves del Islam. Nada sustituye a Allah para el musulmán, nadie
puede engañarlo, porque su Señor es claro, único... Y la intimidad con Él
está a su alcance, y ya no necesita nada más.
Las religiones, las instituciones sacerdotales, los poderes
establecidos, los dioses de un tipo u otro, todo sobra al musulmán. Su ‘Aqîda, su Cosmovisión,
el modo en que se representa la realidad de las cosas, todo ello lo sitúa en
la existencia de otra manera, apoyándolo en la Verdad que configura en cada
instante los cielos y la tierra, y que está ante él, en la mayor de las
proximidades...
77- Y forma parte del Îmân en Allah y en sus Libros el Îmân en que
el Corán es el Discruso de Allah revelado e increado: en Él tuvo su comienzo
y a Él vuelve. Allah lo habló verdaderamente. Este Corán (que conocemos) y
que reveló a Muhammad (s.a.s.) es el Discurso de Allah realmente, no la
palabra de otro. No es lícito decir que traduce el Discurso de Allah o que lo
expresa: cuando la gente lo lee o lo escribe en volúmenes, no por ello deja
de ser el Discurso de Allah realmente. El Discurso pertenece realmente a quien
lo ha enunciado inaugurándolo, no a quien lo trasmite o lo comunica. (El Corán)
es el Discruso de Allah en sus letras y en sus significados. No son las letras
del Corán el Discurso de Allah aparte de sus significados, ni los
significados lo son a parte de las letras.
Con esta radicalidad expresa Ibn Taimía la convicción de todos los
musulmanes (salvo de los mu‘taçilíes, en su momento). El Corán es Kalâmullâh, Discurso de
Allah, ha sido revelado (munáççal)
y es de naturaleza increada (gáir
majlûq).
Sobretodo, Ibn Taimía descarta que el Corán haya sido
‘inspirado’: no es que Allah comunciara algo en sentido general a Muhammad
(s.a.s.) y él lo tradujo con sus palabras. El Corán es tal cual es junto a
Allah, en sus letras, sonidos y significados.Y, por ello, en sí mismo es una
vía, y su recitación es una inmersión en efectiva en el universo de Allah,
en el mundo interior de las esencias.
78- Forma parte también del Îmân mencionado en Él, en sus Libros,
en sus Ángeles y en sus Profetas, la aceptación de que los mûminîn lo verán
el Día de la Resurrección directamente con sus ojos tal como ven el sol en
un día claro y sin nubes o como ven la luna de noche cuando está llena, sin
que puedan dudar de lo que ven. Lo verán en las Explanadas de la Resurrección
y volverán a verlo tras entrar en el Jardín, del modo que Allah quiera.
En tema importante en la ‘Aqîda,
tal como ya se ha señalado, es la Rû-ya, la Visión de Allah tras la muerte,
en al-Âjira, el universo que se
establece con la Resurrección (Qiyâma).
Allah se mostrará en todo su Poder Reductor a la humanidad en general
en las Explanadas de la
Resurrección (‘Arasât
al-Qiyâma) y después, de forma amable, a los mûminîn, en el Jardín
de la Eternidad (Yanna).
79- APÉNDICE: Forma parte del Îmân en el Último Día abrirse a todo
lo que ha informado el Profeta (s.a.s.) relativo a lo que sucede en la muerte.
Las Gentes de la Sunna y la Comunidad aceptan que entonces tiene lugar la
prueba de la tumba, y el tormento o el placer en ella. La prueba quiere decir
que la gente es interrogada en su tumba. A cada persona se le dice: “¿Quién
es tu Señor? ¿Cuál es la senda que has seguido? ¿Quién ha sido tu
profeta?”, y Allah da firmeza a los que se abren a Él con palabras firmes
tanto en la vida mundanal como en al-Âjira, y entonces el mûmin responde:
“Mi Señor es Allah, mi Senda es el Islam, Muhammad es mi Profeta”. El de
corazón indeciso dice: “Ah, ah,... No sé. Yo escuchaba a la gente decir
cosas y las repetía”, y es golpeado con una barra de hierro y pronuncia un
grito que escuchan todas las criaturas salvo el ser humano. Si el ser humano
fuera capaz de escuchar ese grito caería fulminado. Tras esa prueba, tiene
lugar el placer o bien el tormento, hasta que se produzca la Resurrección
Mayor, cuando los espíritus sean devueltos a los cuerpos.
Lo que sucede en la muerte sólo puede decírnoslo quien haya sido
informado por Allah. Forma parte de la aceptación de Sidnâ Muhammad aceptar
lo que ha enseñado respecto a esos temas. Y él (s.a.s.) habló de una prueba terrible (fitna)
que tiene lugar en el seno de la tumba
(qabr). Dos ángeles de aspecto
terrorífico -de nombre Múnkar y Nakîr- haran preguntas a cada persona y,
dependiendo de la respuesta, la estancia en la tumba será un placer
(na‘îm) o un sufrimiento insoportable (‘adzâb).
La tumba (qabr) es la existencia
intermedia (bárçaj) -la
Resurrección Menor o Individual- y está entre la vida de este mundo (al-hayât
ad-dunia) y el universo ya infinito de al-Âjira,
que será establecido tras la Resurrección
Mayor (al-Qiyâma al-Kubrà).
En la tumba (que es un estado) vive el espíritu
(rûh) mientras el cuerpo
(ÿásad) está inherte. Con la Resurrección, el espíritu es
devuelto al cuerpo y ambos tendrán que enfrentarse a Allah.
Negar lo que enseña el Profeta (s.a.s.) sobre lo que sucederá en la
muerte o en la Resurrección es supefluo. Si no se le acepta como Mensajero,
es banal entretenerse con lo que dijera sobre esos temas, porque nada podemos
saber sobre lo que tendrá lugar entonces.
Por otra parte, la tendencia a interpretar espiritual o metafóricamente
estos datos ofrecidos por el Profeta (s.a.s.) es repudiada por todos los
autores literalistas, y tienen razón. Cuando se intuye que tras la muerte
suceden cosas, es una tontería querer que sean etéreas o vagas. Nada podemos
saber de ello, salvo lo que nos diga quien es informado por Allah. Intentar
hacer ‘lógicas’ las enseñanzas al respecto es ridículo. Como dice Ibn
Taimía, forma parte del Îmân, es decir, del corazón abierto a Allah, el
aceptar esas enseñanzas tal como nos han sido comunicadas y remitir su última
significación a Allah, asumiendo ahora su valor literal, que es el único que
nos es dado realmente, para despertar en nosotros las emociones que exigen y
responder a la urgencia de la Llamada de Allah.
80- Y se erguirá la Resurrección, tal como ha informado sobre ello Allah en su Libro y a través de la boca de su Mensajero, y tal como están de acuerdo todos los musulmanes. Se levantarán las gentes de sus tumbas para el Señor de los Mundos, y lo harán descalzos, desnudos e incircuncisos. El sol se acercará a ellos y sudarán en abundancia. Entonces se erigirán las balanzas y se pesarán las acciones de las criaturas. Quienes tengan pesados los platillos, estarán entre los afortunados. Quienes tengan el peso ligero estarán entre los arruinados, los que se han perdido a sí mismos, y serán destinados para la eternidad en el Fuego de Yahánnam. Y se desplegarán los Registros en los que están anotados los actos de cada criatura. Habrá a quien le será entregado su libro siéndole dado por la derecha, mientras a los desafortunados se les dará por la izquierda o desde detrás, tal como ha dicho Allah en el Corán: “A cada ser humano lo hacemos acompañar del pájaro(de su fortuna) atado a su cuello el Día de la Resurrección. Le será dado su libro abierto, y se le dirá: ‘Lee tu libro. Hoy bastas tú para exigirte cuentas’...”. Y Allah pedirá cuentas a las criaturas, y se acercará al mûmin y le echará en cara sus maldades, tal como ha sido descrito en el Libro y en la Sunna. En cuanto a los negadores, no se les pedirán cuentas como a quien tiene buenas y malas acciones, porque carecen de actos meritorios. Se enumerarán sus acciones y serán censadas, y se les comunicará y lo confesarán.
Tanto el Corán como la Sunna relatan lo que habrá de suceder el Último Día (al-Yáum al-Âjir)
de la existencia de la tierra tal como la conocemos, su destrucción y lo que
sobreviene después, la Resurrección
(Qiyâma). Los musulmanes están de
acuerdo en que eso es lo que quieren decir el Corán y la Sunna: no son
expresiones equívocas, al contrario, su claridad es total, por lo que
tergiversar su significación es frivolidad. Lo cual no quiere decir que las
connotaciones del tema no sean amplias, al contrario, son posibles muchas
lecturas que aportan grandes conocimientos, pero sin negar ni anular la
literalidad inicial, soporte para cualquier deducción posterior. En una
exposición de la ‘Aqîda, el
tema debe ser ofrecido a los musulmanes tal como lo enunciaron el Corán y el
Profeta para que dispongan de los elementos de partida.
Como ya hemos explicado, primero hay una Resurrección
Menor (Qiyâma Sugrà)
que tiene lugar en la ‘tumba’ (qabr):
es individual y espiritual. Al final de los tiempos tiene lugar la Resurrección
Mayor (Qiyâma Kubrà),
universal y física. Cuando Allah quiera que este mundo acabe, ordenará a Isrâfîl
que sople por primera vez en la Trompeta
(Sûr), y su sonido
aniquilará toda vida y la tierra y los cielos quedaran pulverizados. Más
tarde, volverá a ordenar a Isrâfîl que sople de nuevo, y a ese segundo Soplido (Nafja) los seres
humanos saldrán de la Tumba, en un estado de terror y ansiedad. Toda la
humanidad será reunida en una explanada a la que el nuevo sol se acercará, y
sólo estarán a la sombra del Trono aquéllos que Allah quiera. Sumidos en el
miedo, los seres humanos buscarán a quienes intercedan por ellos: acudirán a
los profetas y éstos, aterrorizados también, los remitirán a Sidnâ
Muhammad (s.a.s.), que accederá a interceder. Su intercesión
(Shafâ‘a) será atendida por
Allah, que habrá dispuesto la Balanza
(Mîçân), criatura de naturaleza
mística en el que serán pesados los actos
(a‘mal) del ser humano, que
entonces tendrán forma y cuerpo: las acciones
hermosas (hasanât)
estarán en un platillo, y en el otro estarán las acciones perversas (sayiât).
Y ese Día (Yáum) sólo habrá Justicia
(‘Adl) o Misericordia (Rahma).
Después serán extendidas las Páginas de las Acciones, y cada cual recibirá
su libro con un gesto que marcará su destino: a unos les será ofrecido por
la derecha, a otros desde detrás o por la izquierda, y cada cual se reunirá
con su grupo. Todo esto es la Muhâsaba,
la Petición de Cuentas, el Juicio
de Allah, que en realidad es información: toda criatura sabrá lo que ha
hecho, y lo reconocerá. Habrá quienes no sean sometidos a la Muhâsaba, habrá quienes sean sometidos a ella con dulzura y
habrá quien sufra toda la violencia de la situación. Tras lo anterior, los
grupos se dirigirán a su Destino: el Fuego
(Nâr, también llamado Yahánnam,
Yahîm, etc.) o el Jardín
(Yanna, que también recibe
otros muchos nombres). Todo lo anterior es descrito en el Corán y en la Sunna
con muchos más detalles y más dramatismo.
81- En las Explanadas de la Resurrección está el Estanque del Profeta
(s.a.s.): su agua es más blanca que la leche y más dulce que la miel, los
recipientes que lo bordean son en número igual a las estrellas del cielo, su
longitud es la de un mes de marcha y su anchura también. Quien beba de él no
volverá a tener sed en la eternidad.
Otro elemento que se destaca en la descripción de todo lo relativo a
los acontecimientos de la Resurrección es el Estanque
del Profeta (el Háud,
también llamado al-Háud
al-Mawrûd, el Estanque al que se
acudirá a beber). De él beberán los
mûminîn, apagando la terrible sed de la Resurrección.
82- El Sendero penderá sobre Yahánnam: es el puente que hay entre el
Jardín y el Fuego. Por él pasarán las gentes en función de sus acciones:
habrá quien pase con la velocidad de la mirada, quien pase como un relámpago,
quien lo haga como el viento, y habrá quien vaya como un caballo veloz, quien
lo cruce como un camello, quien vaya corriendo, quien camine, quien se
arrastre por él, y habrá quien resbale y caiga a Yahánnam, porque en el
puente habrá cadenas que se apoderan de las gentes, según sus acciones, y
las arrojan al Fuego. Quien pase el Sendero entrará en el Jardín. Cuando lo
hayan cruzado se encontrarán con otro puente entre el Jardín y el Fuego, y
unos se arrebatarán sus derechos a los otros (es decir, satisfacerán todas
sus deudas e injusticias cometidas en la tierra), y una vez que estén
limpios, se les autorizará a entrar en el Jardín.
El Sendero (Sirât), que en realidad es un puente (ÿisr), más
delgado que un pelo y más afilado que una cuchilla, es la materialización,
en al-Âjira -el universo al que pasamos con la Resurrección-, del Dîn,
el Islam. En realidad, todos los elementos y acontecimientos de los que
estamos hablando son los correlatos en lo infinito de nuestra realidad
presente, son la profundidad mística y la imagen en el espíritu, las
esencias trascendentes, de cada uno de nuestros momentos. Con esto no queremos
relativizar su realidad, al contrario, la envergadura desproporcionada de todo
ello es lo que lo hará ser más real que cada uno de nuestros instantes
actuales.
83- El primero ante el que se abrirá la puerta del Jardín es Muhammad
(s.a.s.), y la primera nación que entrará en él será su nación. En la
Resurrección, el Profeta realizará tres intercesiones. La primera intercesión
tendrá lugar en la Estación para que se decida entre las gentes tras echarse
atrá los profetas Adán, Noé, Abraham, Moisés y Jesús hijo de María,
quienes se abstendrán alegando cada uno de ellos la superioridad del
siguiente hsata que se llegue a Muhammad (s.a.s.). La segunda intercesión será
acerca de las gentes del Jardín para que entren en el Jardín. Estas dos
primeras intercesiones son exclusivas de él. En cuanto a la tercera intercesión,
será para librar a aquéllos que han merecido el Fuego, y la llevará a cabo
él y los demás profetas y gentes sinceras y otros. Intercederá por quienes
vayan entrar en el Fuego para que no entren y por aquéllos que hayna entrado
para que salgan. Allah sacará del Fuego a gentes sin intercesión alguna,
como signo de su favor y de su misericordia. Y en el Jardín quedará espacio
libre, tras haber entrado en él la gente delmundo, y entonces creará para
ese espacio criaturas que lo colmarán.
El Día de la Resurrección es un tiempo terrible. La angustia y el
terror se apoderarán de todas las criaturas. Su característica principal es,
por tanto, el pánico. Muhammad (s.a.s.) tendrá en sus manos el poder de la Intercesión
(Shafâ‘a). Sus iniciativas irán abriendo los procesos. Esto
subraya el carácter especial de su persona. Él es el Hombre Universal, en la
expresión de los sufíes, y ante él se abren las puertas... Muhammad
(s.a.s.) es la cumbre, y todo en la Resurrección señalará ese papel capital
en la existencia.
Él es el intercesor (es shafî‘);
Allah le ha dado la capacidad para interceder (él es musháffa‘,
el que es hecho interceder). En
grado menor, en función de su cercanía al significado de Muhammad (s.a.s.) y
en subordinación a él, otras personas gozan de ese privilegio (los demás profetas
-anbiyâ-, los muy sinceros
-los siddîqîn, etc.).
La primera Intercesión (Shafâ‘a)
tendrá lugar tras la Resurrección, en las Explanadas, en la Estación
(Máwqif) en la que estará en
pie toda la humanidad. Sus palabras serán de un alivio universal, y su rango
entonces resplandecerá, y será llamado el
Rango Digno de Elogio (al-Maqâm
al-Mahmûd). Recordemos que todo lo que se dice de la Resurrección es
imagen en la desproporción de al-Âjira
de la realidad actual: la llamada al Salât
desde lo alto de los alminares es como la convocatoria de Allah a la que
responden los musulmanes acudiendo a la Estación (la mezquita), y cada uno,
tras escuchar la Llamada que lo invita a resucitar espera la Intercesión de
Sidnâ Muhammad (s.a.s.) puesto que en su recogimiento va a encontrarse con la
Eternidad de Allah, y por ello, la Sunna aconseja decir en esos momentos en
que se acude a la mezquita tras haber oído el Adzân: ¡Allah, Señor de esta Llamada Perfecta y del Recogimiento establecido!
Dale a Muhammad el Favor, la Mediación y hazlo surgir en el Rango Digno de
Elogio, tal como le has prometido. Tú no traicionas tu promesa, allâhumma
rábba hâdzihi d-dá‘wat t-tâmmati wa s-salâti l-qâimati
âti muhámmadan il-fadîlata wa l-wasîlata wa b‘azhu maqâman
mahmûdan il-ladzî wa‘ádtah innaka lâ tújlifu l-mî‘âd...
Son estas correlaciones las que hacen que cada musulmán sepa lo que es la
Resurrección en lo íntimo de su ser. No se trata de una teoría acerca de lo
porvenir sino la intensidad misma de su espiritualidad. De ahí que en el
Islam, todo resulte comprensible, vivible, dentro de una constante experiencia
que permite alcanzar los significados más profundos, en los que la práctica
cotidiana del Islam sumerge el musulmán para asomarlo a lo eterno.
Con la segunda Intercesión (Shafâ‘a)
se abrirán las puertas del Jardín (Yanna) y entrarán en él sus gentes. Con la tercera Intercesión,
en la que ya sí participaran los demás profetas y muy sinceros, algunos de
los destinados al Fuego no entrarán a él o saldrán de él. Cada profeta,
cada persona digna de la Shafâ‘a,
abogará por sus seguidores...
84- Las varientes de cosas comprendidas en el tema de la Última
Morada, en cuanto al Juicio, la Recompensa, el Castigo, el Jardín, el Fuego,
los detalles concernientes a todo ello, están mencionados en los Libros
Revelados desde el Cielo, así como en los relatos fielmente trasmitidos por
la gente de la cienciatal como fueron enunciados por los profetas, y sobretodo
en los conocimientos que hemos heredado de Muhammad (s.a.s.), en todo lo cual
hay bálsamo, y es suficiente. Quien lo busque lo encontrará.
Ibn Taimía ha expuesto tan sólo un breve resumen de estos temas, cuyo
detalle puede encontrarse con facilidad -aunque de forma dispersa- en el Corán
y en la Sunna. Se trata de una ciencia
(‘ilm) herededa (mawrûz), una
información que nos ha sido legada, pues no tenemos a ella ningún otro
acceso. Lo máximo que puede decir la razón es que, pues la existencia es un
hecho, nada en ella carece de trascendencia: su profundidad exige el Hisâb, la Presentación
de Cuentas, el Juicio. El Corán dice: “¿Es
que el ser humano supone que lo hemos creado por juego y que no ha devolver a
Mí?”, y también: “¿Acaso el
ser humano cree que ha sido abandonado a su suerte?”.
85- APÉNDICE: El Grupo Salvado de entre
las gentes de la Sunna y la Comunidad afirma el Destino, en su bien y
en su mal, teniendo dos grados y cada grado se divide en dos capítulos. El
primer grado consiste en el Îmân según el cual Allah es Sabedor de la
creación y que todas las criaturas actúan conociendo Allah cada uno de sus
actos en el seno de su Ciencia Preeterna, que le pertenece por siempre: sabe
de todos sus estados y conoce todas sus manifestaciones ya estén dentro de la
obedeincia a Él o ya sean actos rebeldes a su Voluntad, así como sabe lo que
ganan y sus plazos. Allah ha escrito en la Tabla Guardada las medidas de la
creación. Lo primero que Allah creó fue el Cálamo
y le ordenó escribir, y el Cálamo preguntó: “¿Qué he de
escribir?”, y Allah le dijo: “Escribe lo que ha de ser hasta el Día de la
Resurrección”. Lo que alcanza al ser humano no podía haberle errado y lo
que no le ha sucedido no podía haberle ocurrido: los cálamos han dejado de
escribir, las páginas han sido plegadoas y se ha secado la tinta, tal como
Allah ha dicho en el Corán: “¿Acaso no sabes que Allah sabe lo que hay en
el cielo y en la tierra? Todo ello está en un Libro. Eso es fácil para
Allah”. Y también ha dicho: “No tiene lugar ninguna calamidad en la
tierra o en vosotros sin que no estuviera registrada en un Libro, antes de que
la decretaramos. Eso es fácil para Allah”. Esas medidas es genérica y
detallada, pues Allah ha escrito en la Tabla Guardada lo que ha querido. Al
crear el cuerpo delfeto, antes de insuflar en él elespíritu, le envía un ángel
ordenándole quecumpla cuatro palabras, dicéndole: “Escribe cuál ha de ser
sus sutento, el plazo que tiene de vida, cuál ha de ser su acción y si ha de
ser desafortunado o dichoso”, y todolo relacionado con su existencia. Este
sentido del Destino ha sido negado por los extremeistas entre los qadaríes
(los defensores del libre albedrío), pero hoy ya son pocos.
Ibn Taimía entra así en la espinosa cuestión del Destino (Qádar). En
realidad, Qádar significa Capacidad. Allah tiene Poder Absoluto, lo que implica que no hay
nada independiente de Él. Los qadaríes, los partidarios del libre albedrío,
afirman que Allah ha creado en cada criatura un Qádar, una capacidad autónoma, un libre albedrío. Pero esto es no
aceptado por las Gentes de la Sunna y la Comunidad. El sentido de Unidad
Radical (Tawhîd) que hay en el Islam excluye necesarimanete la
existencia de ‘disitintos poderes’: sólo hay un único Poder, que rige
loscielos y la tierra, quedando todo unificado bajo el dominio de esa Fuerza
universal. Pero esto origina una postura indeseable: el fatalismo (yabría), que
también es condenado por los Ahl
as-Sunna. El equilibrio entre los dos extremos es difícil, pero es el
reto que afrontaron los musulmanes, de modo que afirman la Unidad del poder
que rige absolutamente la existencia sin negar el protagonismo de cada
criatura en concreto.
Lo que interesa aquí al Imâm Ibn Taimía es definir el Qádar, el Destino.
Primero, nos dice que forma parte del Îmân,
es una convicción integrada en la luz del corazón puro. Segundo, relaciona
el Destino con la Ciencia de Allah
(el ‘Ilm): Allah lo sabe todo,
nada ocurre sin que Él tenga conocimiento. Esa Ciencia
es un Libro (Kitâb), una Tabla Guardada
(Láwh Mahfûz), en
la que la Voluntad de Allah (la Irâda)
ha escrito (acto representando por el Cálamo -el Qálam-) todo lo que habrá
de ser y ocurrir (las medidas de las
cosas, los Maqâdîr). Por
tanto, para empezar, antes incluso de que algo sea o suceda, ya es sabido, en
la Preeternidad (el Qídam, el Áçal). Y pues no hay más poder
(qudra) que el de Allah, su Qudra
lo ejecuta en el tiempo.
86- Segundo grado: Se trata, pues, del Querer de Allah, que tiene
ejecución, y suPoder que abarca todas lascosas. Es la convicción de que lo
que lo que Allah quiere que sea es, y lo que no quiere no sucede. Ni en los
cielos ni en la tierra nay un sólo movimiento o una sola calma si no es
dentro del Querer de Allah. En su Reino ocurre lo que Él quiere. Tiene
potestad sobre todas las cosas, las existenites y las inexistente. No hay
criatura en los cielos o en la tierra sin que su Creador no sea Allah, ni
tiene otro Señor que no sea Él. Junto a todo ello, Allah ha ordenado a sus
servidores el obedecerle y obedecer a sus mensajeros, y les ha prohibido que
le desobedezcan. Él ama a los que se sobrecogen ante Él, a los excelentes, a
los justos, y se satisface en los que se abren a Él y hacen buenas acciones,
y no ama a los que le rechazan ni se complace en las gentes perversas. No
ordena la deshonestidad ni acepta el Kufr ni ama la corrupción. Los siervos
realizan realmente sus acciones, y Allah contraviene sus actos. Y siervo de
Allah es el mûmin y el kâfir, el justo y el corrupto, el que establece el Salât,
y el que ayuna, los siervos tienen capacidad en sus actos y tienen voluntad, y
es Allah el que los crea, tal como Allah ha dicho en el Corán: “Quien de
vosotros quiera, que seenderece: pero no queréis salvo que Allah quiera, el
Señor de los Mundos”.
La segunda parte en la cuestión del Qádar
(el Destino, si bien la expresión
exacta de la noción en árabe es al-Qadâ
wa l-Qádar, el Decreto y la
Capacidad) es la de la responsabilidad humana a pesar de que todo, hasta
lo más mínimo, está decidido en la Preeternidad. Se trata de algo muy difícil
de compaginar. Todas las criaturas son ‘Ibâd
(servidores, esclavos) de Allah, es decir, no hacen sino lo que Él ha
determinado, ya sea bueno o malo. Pero
Allah ha decidido, en su libertad absoluta, amar el bien y detestar el mal.
Ello presupone una cierta posibilidad de elección, simpre supeditada al
Destino pero en la que el ser humano encuentra su propio ser, su califato, su
soberanía. Es decir, el hombre, en el seno del universo de la Unidad, es
consciente de sí y ése es su protagonismo y el determinante de su sentido de
la responsabilidad, sin que ello lo ‘independice’ o lo ‘aisle del
ser’. Es un punto delicado difícil de definir: lo importante son sus
consecuencias prácticas y es la de que, al margen de toda elaboración filosófica
o metafísica, somos interpelados por Allah, comprendemos su mensaje y
respondemos o no en función de una libertad en la que nos reconocemos y
sentimos, y, sea lo que sea esa libertad en sí, es eficaz para nosotros.
87- Este sentido del Destino es el que desmiente la generalidad de los
qadaríes, a quienes el profeta (s.a.s.) ‘magos de esta nación’. Otros,
entre queines afirman el Destino, lo han exagerado hasta desposeer al siervo
de toda capacidad y elección, y sacan de los actos y decisinos de Allah toda
sabiduría y provecho.
El Destino es negado por los qadaríes, que fueron considerados por el
Profeta ‘dualistas’ (mayûs, magos,
zoroastrainos). Afirmar el libre albedrío -además de otras muchas
connotaciones- es Shirk, es asociar ‘otros dioses’ a Allah, es concebir una
pluralidad de ‘creadores’. En el extremo opuesto están los ÿabríes, los
fatalistas, quienes, al afirmar el Destino de modo absoluto también están
afirmando que no hay ninguna sabiduría ni provecho en la Revelación. La
postura intermedia, la de los Ahl
as-Sunna wa l-Yamâ‘a, es la de los que saben que Allah se dirige al
entendimiento del ser humano, habla al califa, al ser soberano en medio de la
Unidad Radical, y por tanto, la Revelación sí es sabia y útil.
88- APÉNDICE: Entre los
fundamentos de la Gente de la Sunna y la Comunidad
está el de que el Dîn y el Îmân son palabra y acción, lo que dice
el corazón y la lengua y lo que hace el corazón, la lengua y el cuerpo.
Ya hemos adelantado que en los comienzos del Islam se suscitó una polémica
en torno a los al-Asmâ wa l-Ahkâm,
los Nombres y los Juicios, es decir,
la denominación que se debía aplicar a los individuos en su relación con el
Islam y las consecuencias (legales) que de ello se derivan. Se hizo necesario
definir ciertos conceptos para evitar confusiones y extremismos.
Así, en principio, las dos palabras Islâm
e Îmân son sinónimas, pero hay
ciertas precisiones en el Corán y la Sunna por lo que la palabra Islâm
pasó a denominar por una parte al Islam en su totalidad (en tanto que Dîn,
Senda hacia Allah) y, por otra, al
margen de esa aplicaicón general, se usó para designar el cumplimiento práctico
de sus enseñanzas, reservando el término Îmân
para la convicción interior, para la sinceridad en esa práctica. Islâm
en tanto que acción e Îmân
en tanto que actitud espiritual fueron el origen de esas controversias, todo
ello derivado de la relevancia que se de a los actos en función de las
opiniones que hemos mencionado al respecto del Destino. Para los defensores
del libre albedrío el Îmân, en tanto que mera convicción y actitud espiritual, es del
todo insuficiente, y una persona es musulmana solo si cumple estrictamente con
el Islam. Para los fatalistas es más importante el Îmân, y basta la convicción para que una persona sea tenida por
musulmana, al margen de sus acciones. Los Ahl
as-Sunna van a reintegrar los dos términos y recuperar el sentido
original, la interdependencia absoluta de la acción y la permeabilidad del
corazón. Ambas se compenetran y están estrechamente relacionadas.
89- El Îmân aumenta con la obediencia y decrece con la rebeldía. Con
ello (las gentes de la Sunna) dicen que no declaran no-musulmán a nadie de la
Qibla a causa de las rebeldías en general ni por las grandes faltas, que es
lo que afirman los jâriÿíes. La fraternidad del Îmân se mantiene firme a
pesar de las rebeldías, tal como ha dicho Allah en el Corán: “Aquél a
quien su hermano le perdone algo, que se muestre hacia él con bondad”, y
también ha dicho: “Si dos grupos de mûminîn luchan entre sí, procurad
restablecer la paz entre ellos. Si uno de los grupos se muestra agresivo y
trasgrede los límites, combatid a los que son injustos hasta que se cumpla lo
que Allah quiere. Si se avienen a la paz, procurad arreglar el asunto entre
ellos según la justicia. Sed equitativos: Allah ama a los que son justos”,
y también ha dicho: “Los mûminîn son hermanos: procurad que haya paz
entre vuestros hermanos”.
Los jâriÿíes, que hay que contar entre los primeros qadaríes,
estimaban que dejaba de ser musulmán el que cometiera una falta grave contra
las enseñanzas del Islam (una rebeldía,
ma‘sía). Ello va contra
el espíritu del Islam. El Îmân
aumenta o decrece según las acciones, que tienen un valor relativo, pero no
desaperece mientras en el corazón esté su luz. Por ello, un musulmán debe
considerar hermano suyo a otro musulmán aunque esté lejos de la perfección
en la práctica. El Corán mismo considera mûminîn
(es decir, musulmanes sinceros) a
los miembros de dos grupos enfrentados, a pesar de que necesariamente al menos
uno de ellos tiene que estar en el error. Existe, pues, una fraternidad (ujuwa)
derivada de compartir el Îmân,
que no es una ‘fe’ sino la asunción de unos saberes, la emoción que
acompaña a la profundización en la ‘Aqîda,
una cosmovisión común, un
referente para la acción posterior, estrechamente vinculada a esta, que la
respalda y acrecienta, una emoción más o menos intensa, más o menos
comprometedora, que exige un conocimiento (la ignorancia de algunos aspectos o
la confusión son atenuantes) y también exige resolución (pero la debilidad
es humana), etc.
90- (Las Gentes de la Sunna) no desposeen al fâsiq que se confiesa mûmin
de la condición de musulmán, ni afirman que será condenado eternamente al
Fuego, que es lo que afirman los mu‘taçilíes. Al fâsiq se le aplica el término
Îmân en su sentido general, como en la expresión coránica: “liberad el
cuello mûmin”, o no se le aplica como en la expresión: “los mûminîn
son aquéllos que cuando es recordado Allah se estremecen sus corazones, y
cuando escuchan la recitación del Corán aumenta su Îmân”. El Profeta
(s.a.s.) dijo: “El adúltero no comete adulterio siendo mûmin, ni nadie
roba siendo mûmin, ni nadie bebe vino siendo mûmin, ni nadie arrebata a otra
persona su honor siendo mûmin”. Decimos que es mûmin escaso en su Îmân,
o mûmin perverso a causa de su falta grave. No le damos el nombre de forma
absoluta ni se lo arrebatamos de forma absoluta.
Aparentemente, hasta el Corán y la Sunna son vacilantes en el uso del
término mûmin, que es tras lo que
se escudan quienes defienden los extremismos. A veces, en la Tradición se
emplea mûmin para designar a
cualquier musulmán, otras veces es más exigente. Pero esa vacilación se
resuelve con las precisiones que hace el autor: todo musulmán es mûmin,
se le presupone sinceridad mientras no declare lo contrario. En el caso de no
declarar lo contrario pero su comportamiento no es el que se espera de un
musulmán puede estar justificado por la ignorancia, la confusión, la
debilidad, etc., si insiste en su mal comportamiento se le declara perverso (fâsiq),
evitando el término hipócrita (munâfiq)
que implica una intencionalidad retorcida, y menos aún se le aplica el término
kâfir, negador de Allah y del Islam.
91- APÉNDICE: Y entre los fundamentos de las Gentes de la Sunna y la
Comunidad está que sus corazones y sus lenguas están a salvo de censurar a
los Compañeros de Muhammad (s.a.s.), haciendo lo que ha dicho Allah en el Corán:
“Los que vienen después dicen: ‘Señor nuestro, disculpa nuestros
errores, así como a nuestros hermanos que nos han precedido en el Îmân, y
no pongas rencor en nuestros corazones hacia los que se han abierto hacia ti.
Señor, Tú eres Compasivo, Misericordioso’...”, y obedeciendo (con esa
actitud) lo que dijo el Profeta (s.a.s.): “No insultéis a mis Compañeros.
¡Lo juro por Aquél en cuyas Manos está mi vida! Aunque gastárais con
generosidad el tamaño de la montaña Uhud en oro, no llegarías a la
mitad de ellos”. Y aceptan los méritos y virtudes que de ellos relatan el
Libro, la Sunna y el Consenso de los musulmanes, así como la gradación que
establecen prefiriendo a aquellos que pusieron sus vidas al servicio del Islam
antes del Fath, que es el Tratado de al-Hudzaibía, ponen a los
Muhâÿirîn (los makkíes que emigraron a Medina) por delante de los Ansâr
(los musulmanes de Medina que acogieron a los Muhâÿirîn), y del mismo modo
aceptan lo que Allah dijo a la Gente de Badr (los que combatieron en Badr, la
primera de las batallas contra los idólatras de Meca), y eran más de
trescientos diez: “Haced a partir de ahora lo que queráis, pues ya os he
perdonado”. También saben que no entrará en el Fuego ninguno de los que
prestaron juramento de lealtad al Profeta bajo el Árbol (de al-Hudzibía),
tal como dijo el Profeta (s.a.s.), pues habían satisfecho a Allah y Allah los
satisfacería por ello, y fueron más de mil cuatrocientos. Del mismo modo dan
fe que el Jardín es el destino de aquellos que mencionó el Profeta (por sus
nombres), como los Diez (al-‘Ashra al-Mubassharîn bil-Yanna), a Zâbit ibn
Qáis ibn Shammâs y otros Sahâba. Confirman igualmente con
todo ello lo que nos ha sido fielmente trasmitido que dijo el Amîr al-Mûminîn
‘Ali ibn Abî Tâlib, así como otros, que los mejores de la Nación
Musulmana después del Profeta son Abû Bakr, después ‘Omar, y en tercer
lugar (los Ahl as-Sunna) colocan a ‘Uzmân, y después a ‘Ali -Allah esté
satisfecho con todos ellos-, tal como se dice enmuchos relatos y tal como
estuvieron de acuerdo todos los Sahâba, poniendo a ‘Uzmân
por delante de ‘Ali a la hora de elegir califa tras la muerte de ‘Omar (si
bien, alguna de la Gente de la Sunna prefiere a ‘Ali por delante de ‘Uzmân
después de Abû Bakr y ‘Omar), pero la opinión mayoritaria es el orden
cronológico en el califato, si bien esta cuestión entre ‘Uzmân y ‘Ali
no pertenece a los fundamentos y es lícita la disparidad de opiniones al
respecto: quien insulte a cualquiera de ellos está más perdido que el asno
de su familia. Las Gentes de la Sunna aman a las Gentes de la Casa (Ahl al-Báit,
es decir, los parientes próximos del Profeta), se hacen cargo de ellos y los
guardan, obedeciendo el consejo del Mensajero de Allah, quien dijo el día del
Gadîr: “Os recuerdo a Allah en la Gente de mi Casa”. El Profeta dijo a
al-‘Abbâs, su tío, cuando se quejó de que algunos quraishíes trataban
con desdén a los miebros del clan de los Banî Hâshim (al que pertenecen los
Ahl al-Báit): “¡Por Aquél en cuyas Manos está mi vida! No serán mûminîn
hasta que os amen en Allah a causa de vuestros lazos de sangre conmigo”, y
también dijo: “Allah ha escogido a los Banî Ismâ‘îl, y entre ellos ha
elegido a los Kinâna, y de entre ellos ha escogido a los Quráish, y de entre
ellos ha elegido a los Banî Hâshim, y a mí me ha elegido entre los Banî Hâshim”.
Y se hacen cargo de las esposas del Mensajero de Allah -las madres de los mûminîn
(ummahât al-mûminîn) y saben que son sus esposas en al-Âjira, en especial
Jadîÿa, la madre de la mayoría de sus hijos, la primera en abrirse a Allah,
la que socorrió al Profeta (s.a.s.) y lo ayudó en su misión, a la que
pertenece un rango Elevado, y junto a ella la Muy Sincera (Siddîqa)
‘Aisha la hija del Siddîq (Abû Bakr), de la que dijo el Profeta
(s.a.s.): “Aisha está por encima de las demás mujeres”. (Las Gentes de
la Sunna) no siguen el camino de los râfidíes que odiaban a los Sahâba
y los insultaban, ni tampoco el de los nâsibíes que procuraban daño
a los Ahl al-Báit, hablando o haciendo. (Los Ahl as-Sunna) se abstienen de
opinar sobre las disputas que surgieron entre los Sahâba, y
dicen: “Las narraciones que trasmiten malas acciones atribuidas a ellos,
muchas de ellas son mentira, en otras se ha añadido o se ha quitado, y las
que son auténticas permiten excusarlos porque sus acciones fueron resultado
de interpretaciones legítimas si bien erróneas”, y con ello, las gentes de
la Sunna no afirman que ninguo de los Sahâba fuera infalible,
incapaz de cometer una falta grave o insignificante: estaba en su condición
humana cometer esos errores, pero su precedencia en el Islam (es decir, su
valor y sinceridad en los momentos difíciles de los inicios del Islam) y sus
virtudes van por delante y disculpan sus errores: a ellos se les debe
disculpar lo que no se perdonaría a otro por la gran cantidad de sus
bondades, y lo bueno disimula lo malo cuando lo supera. Está confirmado que
el Mensajero de Allah (s.a.s.) dijo de ellos que eran la mejor de las
generaciones, y que una insignificancia dada por ellos a un necesitado era
mejor que el monte Uhud en oro, en comparación con las acciones
meritorias que se pudieran hacer después de ellos. Si alguno de ellos cometió
un error, bienpudiera haberse arrepentido de él, o bien pudiera haberlo
redimido con acciones mejores, o bien le fue perdonado por su precedencia en
el Islam, o bien por la Intercesión de Muhammad (s.a.s.), pues ellos fueron
los más dignos de su Intercesión, o bien fueron puestos por Allah
a prueba con graves infortunios en este mundo, y ello los limpió. Todo
esto en lo relativo a faltas que cometieran a propósito, y nada se les puede
censurar de los errores cometidos como resultado de una reflexión personal y
sincera (iÿtihâd), pues tal como dijo el Profeta (s.a.s.), el que reflexiona
y acierta consigue dos recompensas, y si equivoca obtiene el bien de haber
realizado un esfuerzo, y su error queda disculpado. Lo que queda después de
estos análisis en cuanto a faltas que cometieran son insignificantes al lado
de sus virtudes y belelzas, de su îman en Allah y en su Mensajero, su Yihâd,
su Emigración y Auxilio, su Ciencia Útil y su Acción Recta: quien mira en
las biografías de esos hombres y mujeres y lo hace con conocimiento y visión
interior y tienen en cuenta los favoerees que Allah le ha hecho en su mediación,
sabe con certeza que son lo mejor de la creación después de los profetas: ni
ha habido ni habrá como ellos, son la élite de la mejor generación de esta
Nación, que es la mejor de las naciones y la más digna ante Allah.
En el conflicto que se desató a la muerte de Sidnâ Muhammad y que fue
degenerando durante bastante tiempo (la Fitna,
la Discordia), se formaron grupos en
torno a figuras destacadas durante la vida del Profeta. Pero no hay elementos
para juzgar entre ellos. Todos fueron objeto de la consideración de Sidnâ
Muhammad (s.a.s.) en vida de éste, y a ello se atienen las Gentes de la
Sunna. Las diferencias entre los Sahâba
(los Compañeros de Muhammad
-s.a.s.-) se entienden como resultado de un iÿtihâd,
una reflexión personal legítima y
en cada caso respaldada por la poderosa personalidad de cada uno de ellos. A
lo máximo a lo que llegan los Ahl
as-Sunna consiste en citar una gradación -siempre ambigüa- en función
de las opiniones que emitiera sobre cada uno de ellos (o sobre grupos de
ellos) el mismo Profeta en vida. En cualquier caso, no admiten que ninguno de
ellos fuera un ma‘sûm,
alguien infalible (sólo Sidnâ
Muhammad fue ma‘sûm),
apartándose con ello de la postura de los shi‘íes que consideran ma‘sûm
al Imâm ‘Ali, y a los miembros de la
familia del Profeta (los Ahl al-Báit),
pero tampoco dirigen ninguna censura a ningún Compañero del Profeta, apartándose
con ello de los jâriÿíes (nasibíes) que declararon no-musulmán a
‘Ali y a otros Sahâba,
y de los râfidíes (shi‘íes extremistas que consideraron
no-musulmanes a los que no fueran partidarios de ‘Ali).
Para los Ahl as-Sunna todos
los Sahâba
(incluyendo entre ellos, por supuesto, a los Ahl
al-Báit, con un grado destacado -por su cercanía natural al Profeta-
pero no exclusivista): todos son autoridades en el Islam, se les debe veneración
y gratitud, pues han sido los trasmisores del Dîn, además de lo que ellos dijo el Profeta (s.a.s.).
91- Otro de los fundamentos para la gente de la Sunna es la confirmación
de los carismas de los Awliyâ (los que han intimado con Allah) y todos los
prodigios que Allah realiza a traves de ellos, rompiendo con elcurso normal de
la naturaleza de las cosas, ya sea en conocimientos, revelaciones personales,
o ya sean capacidades e influjos. Ejemplos antiguos de ello los tenemos en Sûrat
al-Kahf y otros textos del Corán, y también en los principios del Islam
entre los Sahâba y sus Continuadores (los tâbi‘în), y en todos los grupos
que conforman la Nación, hasta el fianl del mundo.
Se refiere el Imâm Ibn Taimía a las Karâmât
(los carismas, prodigios) de los Awliyâ
(aquéllos que, sin ser profetas, han intimado con Allah apartándose del
mundo superficial y estando más allá de sus leyes naturales). Los Awliyâ
son quienes han afinado en extremo su espiritualidad buscando a Allah, y
signos de esa conjunción son los Karâmât,
que se diferencian de las Mu‘ÿiçât
(los milagros) de los Profetas en
que estas últimas tienen una intencionalidad ‘social’, mientras que las
Karâmât son personales. Las Karâmât
de los Awliyâ y las Mu‘ÿîçât de los Anbiyâ
son signos de que quien realmente rige la existencia es Allah, y no los Asbâb,
la ley de la causalidad. Las Karâmât
y las Mu‘ÿiçât consisten en
saberes misteriosos, en capacidades para actuar o influir sobre la naturaleza
de forma extraordinaria, etc., son trasgresiones de las normas.
92. APÉNDICE: Además, la vía de la gente de la Suna y la Comunidad
consiste en el seguimiento de las huellas del Mensajero de Allah (s.a.s.),
tanto interna como externamente, y el seguimiento del camino de los primeros
adelantados entre los Muhâÿirîn y los Ansâr, ateniéndose con ello
al consejo del Mensajero de Allah (s.a.s.) cuando dijo: “Aferráos a mi
Sunna y a la de los califas bien guiados que me sigan, aferráos a ello con
firmeza, y apartáos de las invenciones carentes de fundamento, porque toda
innovación es error”. Saben que el discurso más verdadero y sincero es la
Palabra de Allah yla mejor guía es la de Muhammad (s.a.s.), prefiriendo la
Palabra de Allah a cualquier otra palabra de la gente y ponen por delante la
guía de Muhammad (s.a.s.) a la guía de cualquier otro. Por eso se les llama
Gentes del Libro y de la Sunna, y también son llamados Gentes de la Comunidad
porque atienden al conseso y rehuyen la dispersión, aunque el término
Comunidad ya sólo los designa a ellos. Y es porque el Consenso es el tercer
fundamento para el conocimiento del Islam. Ellos lo pesan todo con estos tres
criterios y les sirve para medir todo lo de la gente, ya sean las palabras o
los actos internos o externos, y todo lo relacionado con el Dîn. El Cosnseso
que tiene validez es el entender común del Sálaf (las primeras generaciones
del Islam), pues tras ellos se extendió la divergencia propagándose por la
Nación.
Las Fuentes del Islam son tres: el Libro
(al-Kitâb, es decir, el Corán),
la Sunna (la Tradición del Profeta, su Costumbre, el conjunto de sus enseñanzas
trasmitidas en breves relatos que son los hadices) y el Iÿmâ‘, el Consenso de
los musulmanes sobre la interpretación y derivaciones de esas dos Fuentes básicas.
El Consenso se produjo a lo largo de las tres primeras generaciones (reunidas
bajo el nombre común de Sálaf,
que integra a los Sahâba,
los Tâbi‘în o Continuadores, y a los Tâbi‘î
at-Tâbi‘în, los Continuadores de
los Continuadores): ése es el Iÿmâ‘
a tener en consideración pues después dejó de ser posible un acuerdo
absoluto. El estudio y seguimiento de esas tres Fuentes permite una realización
seria del Islam, alejada de las bíd‘a-s,
las innovaciones frutos de arbitrariedes o personalismos, que son todas error
(dalâla) por ello mismo.
93- APÉNDICE: Junto a estas Fuentes, (las gentes de la Sunna) ordenan
el bien y prohiben el mal tal como lo hace obligado la Ley Revelada. Afirman
que es obligatorio establecer la Peregrinación, el Yihâd, el Viernes, las
Fiestas, con los emires ya sean justos o perversos.
Preservan la unidad de las comunidades y se imponen aconsejar a la Nación
y se comprometen con las palabras del Profeta (s.a.s.): “El mûmin es para
el mûmin como un edificio sólido cuyas partes se sostienen mutuamente”, y
entrecruzó sus dedos. Y también dijo: “Los mûminîn, en el amor que
comparten, la piedad con la que se tratan y la inclinación de unos hacia
otros, son como un cuerpo: cuando alguno de sus miembros está dolorido, el
resto del cuerpo responde con fiebre y siendo incapaz de descansar”. Ordenan
tener paciencia en las calamidades y gratitud en la fortuna, y satisfacción
siempre ante el Destino. Invitan a todos a revestirse con las cualidades más
nobles y a realizar las más bellas acciones, comprometiéndose con las
palabras del Profeta (s.a.s.): “El Îmân más perfecto es el de quien
teinen mejor naturaleza y comportamiento”. Te aconsejan que restablezcas la
relación con quien te evita, que des a quien te prive, que perdones a quien
te ha tratado con injusticia. Ordenan la obediencia a los padres, a mantener
los vínculos de sangre, a respetar los derechos del vecino, a practicar la
excelencia hacia los huérfanos, hacia los necesitados y hacia los viajeros, a
tratar con dulzura al esclavo, y prohiben la arrogancia y la soberbia, la
tiranía, el considerarse mejor que los demás se tenga o no razón. Ordenan
los comportamientos más elevados y prohiben las frivolidades y la insensatez.
En todo lo que dicen y hacen, sobre lo anterior u otras cosas, sólo siguen el
Libro y la Sunna. A su vía se la llama Dîn del Islam que Allah ha revelado a
Muhammad (s.a.s.). Pero el Profeta (s.a.s.) anunció que su nación se dividiría
en setenta y tres grupos, estando todos ellos condenados al Fuego salvo uno,
que sería la Comunidad, y en un hadiz dijo: “Son aquellos que se mantienen
en lo mío y en lo de mis Compañeros”, por ello los que se han aferrado al
Islam Puro libre de toda contaminación reciben hoy el nombre de gente de la
Sunna y la Comunidad: entre ellos se encuentran Muy Sinceros, Mártires,
Gentes Rectas, y Estandarse de la Vía, Lámparas en las Tinieblas, las Gentes
de las Cualidades Únicas y las Virtudes Célebres, entre ellos están los Abdâl,
los Imâmes que goazn del consenso de los musulmanes sobre su buena oreintación.
Son el Grupo Victorioso, de los quedijo el Profeta (s.a.s.): “Un grupo en mi
Nación se mantendrá en la verdad victoriosamente sin que les hagan daño los
que estén en contra de ellos y busquen su ruina, y se mantendrán firmes
hasta la Hora Final”.
El Islam no es individualista: los musulmanes constituyen comunidades (ÿamâ‘ât)
en el seno de una Nación (Umma).
Es necesario establecer la comunidad, y no hay que esperar a encontrar un jefe
perfecto. La comunidad está por delante de su emir, y por ello hay que dar
prioridad a la concreción del hecho colectivo sin que ello quiera decir que
se deban tolerar la injusticia y la tiranía, pero hay que distinguir lo que
es realmente más importante y es que el Islam esté vivo primero: la
Peregrinación, el establecimiento del Salât, la lucha contra las
amenazas, etc. Es, en el seno de esa Comunidad, donde hay que posibilitar la
justicia, el bien, la belleza... y es lo que se proponen las Gentes de la Sunna
y la Yamâ‘a. Ya el Profeta
(s.a.s.) advirtió que surgirían desavenencias, conflictos y pareceres
distintos, nacidos en muchas ocasiones de personalismos o confusiones, como ya
hemos señalado en párrafos anteriores. Pero el Islam se fue reunificando, y
en la actualidad la inmensa mayoría de los musulmanes son sunníes
(existiendo entre ellos una enorme diversidad fruto de experiencias diversas
pero coincidentes en lo esencial).
94- Pedimos a Allah que nos haga ser de ellos y que no extravíe
nuestros corazones después de habernos guiado, y que nos proporcione desde Él
su Misericordia. Él es el Donador. Allah sabe más. Allah bendiga a Muhammad
-y a los suyos y a sus Compañeros-, y lo salude eternamente...